Sr. Raimundi.- Señor presidente: en verdad me parece que estamos atravesando por un tramo de la sesión sin tonos de barricada, lo cual considero que es muy constructivo. El planteo republicano profundo no es numérico ni estadístico sino, ante todo, cultural: es reconocer que hay un pensamiento distinto del mío.


Fíjense los señores diputados que si le sacamos tensión a esta discusión encontraremos algunos elementos para fortalecer realmente entre todos el Parlamento, enaltecerlo y darle valor a partir de una discusión más jerarquizada de un proyecto. Estoy hablando de un proyecto de desarrollo de país, porque cuando un parlamento se tensiona tanto planteando un instrumento es porque en lo más profundo hay ausencia de sentido de proyecto.
Fíjense que recién civilizadamente en este último tramo de la sesión algunos legisladores reconocieron que en oportunidades anteriores habían creído conveniente apoyar la prórroga de las facultades, ¿por qué? Porque tenían la convicción de que había otro contexto, lo dijeron textualmente y está en la versión taquigráfica. Lo peor que podríamos hacer cualquiera de nosotros es adueñarnos con exclusividad del contexto de la República, de la ley y de la Constitución. Empecemos por entender que hay diferentes maneras de interpretar eso mismo.
Escuché a algunos legisladores argumentar: “Basta de prórroga, que el Parlamento recupere sus facultades”. La verdad es que para los parlamentarios, y sobre todo para los opositores, sería central que el Congreso recuperara sus facultades. Pero pregunto: ¿cuál Parlamento? Este mismo Parlamento que cuando tiene las facultades no las utiliza. No estoy diciendo que el planteo sea incorrecto sino que debemos desacralizarlo, sacarlo de la categoría de sagrado, porque nos toca a todos ya que yo también me equivoqué.
Si hiciéramos un examen de conciencia profundo y por resolución del Poder Ejecutivo se implementara un cambio en el manejo del organismo de control agropecuario como quieren las entidades o si por milagro se bajaran algunos derechos de exportación, ¿habría realmente tanto reclamo para recuperar las facultades parlamentarias?
Voy a citar otro ejemplo que es consecuente con esta situación pero visto desde otro lado, es decir, desde los derechos de importación. Cuando viene una partida enorme de manufacturas de un país de extremo oriente, proveniente de mano de obra esclava que resta competitividad a nuestra industria y el Poder Ejecutivo decreta inmediatamente –como ha ocurrido‑ en los aranceles del Mercosur un derecho de importación de 50, 60 o 70 por ciento, en caso de productos suntuarios, ¿está bien o está mal? Está bien. Desde el punto de vista conceptual se utiliza la misma lógica. Entonces, lo que no quiero es disimular detrás del planteo institucional o republicano la discusión de fondo. Cuando se discuten mecanismos constitucionales se discuten mecanismos constitucionales, y cuando se discuten intereses económicos se discuten intereses económicos absolutamente legítimos.
Por eso creo que la discusión sobre los temas más específicos tiene que venir, y va a venir. A veces tengo dudas de si estamos a la altura del planteo republicano que hacemos en los discursos cuando apelamos al mensaje de las urnas, porque cuando uno gana dice: “Escuchemos el mensaje de las urnas”, como si las urnas lo hubiesen votado a él sólo. Y después, cuando gana el otro –porque así son los vaivenes de la vida democrática‑ dice: “Escuchemos el mensaje de las urnas, y el que no vota como yo creo que hay que votar, está traicionando los intereses del pueblo”.
Señor presidente: yo soy la expresión de las urnas de un sector minoritario que también es legítimo y tiene derecho de ser escuchado, porque nadie es el todo; la mayoría tampoco es el todo. Ese fue el error de uno y de otros. Mi sector tiene críticas muy profundas, por ejemplo en lo que respecta al INDEC.
La salida que se encontró hoy al problema de las tarifas es un paliativo pero no la solución del problema, que se debe discutir a fondo.
Yo he adscripto proyectos de boleta única para mejorar el sistema electoral, que provienen de un sector de la oposición y que el oficialismo no apoya y que yo sí apoyo porque estoy convencido de su conveniencia.
En el caso del tema que estamos discutiendo hoy, si formamos un grupo parlamentario pidiendo que se nos escuche y hacemos una propuesta por escrito que fue altamente contemplada, no puedo pedir que se me escuche y después, cuando esto sucede, me pongo en la vereda de enfrente.
Digo esto porque en nuestro bloque, Solidaridad e Igualdad, hay miradas diferentes. Y lo digo con todo respeto y claridad. Algunos compañeros reconocen mejoras en el dictamen oficial pero las consideran insuficientes, mientras que a mí y a otro conjunto de compañeros nos parece que realmente responden a lo que habíamos previsto.
A veces me he equivocado y voté incorrectamente en este Parlamento, y en otras oportunidades lo hice correctamente. Lo que sí quiero decir ­–quiero hacerlo yo para que las especulaciones no hablen por mí‑ es que siempre, cuando acerté y cuando me equivoqué, lo hice a partir de una profunda convicción. Y ese es el sentido que va a tener mi voto esta noche: favorable no a la propuesta oficial sino al acuerdo al cual pudimos arribar.