Para el nuevo manual de zonceras
Por Carlos Raimundi, Nuevo Encuentro (Publicado en Diario "Tiempo argentino" el 14.08.2011)
Es increíble el nivel de endeblez de quienes dicen ejercer la oposición en la Argentina. Calificar a determinados dirigentes de verdadera oposición política sería darles una jerarquía que no tienen. Ante la carencia absoluta de ideas alternativas, apuestan todo a la crítica destructiva, aprovechando cualquier atajo -que siempre los hay- para descalificar aspectos centrales del modelo vigente, como los derechos humanos y la independencia de la Corte Suprema de Justicia, manchando a sus personalidades más emblemáticas. Descalificar sin proponer, de cotejar ideas ni hablemos.
La primera zoncera: una vez que Europa y Estados Unidos ya no sirven como ejemplos donde reflejarnos
, se enarbolan los procesos de Chile, Brasil y Uruguay. En Chile ha disminuido la pobreza, pero no la brecha de desigualdad, se mantienen las bases de una economía primarizada y ostenta las relaciones laborales más precarias de la región con bajísima fuerza sindical. El gobierno chileno acaba de reprimir ferozmente una manifestación pacífica de estudiantes en pos de la educación pública. En Brasil, Lula da Silva, nada menos que el artífice del proceso que se pone como ejemplo, declara públicamente que vendría a la Argentina a votar por la actual presidenta. Y el presidente de Uruguay, José Mujica, venerado por algunos opositores argentinos como Duhalde y Alfonsín, no sólo ya no lamenta el corte del paso fronterizo, sino que celebra que a partir del próximo 29 de agosto el ferrocarril volverá a unir nuestros países.
La segunda zoncera: chillar porque la presidenta anuncia el segundo aumento del año a jubilados, a pesar de que es la propia ley de movilidad jubilatoria la que le exige señalar en agosto cuál será el coeficiente de aumento a aplicar (reitero, lo manda la ley) a partir de septiembre. El trasfondo de la protesta “opositora” no es en verdad la violación a la veda electoral, porque todos ellos hacen propaganda, sino que no pueden soportar un anuncio socialmente beneficioso. Si el anuncio presidencial hubiese consistido, como en algunas presidencias anteriores, en bajar la jubilación en lugar de subirla, la habrían criticado como una mala medida política, pero ni se habrían acordado de la veda electoral.
La tercera zoncera: propaganda del hijo del Dr. Alfonsín en la que un joven vestido de determinada manera le roba la cartera a una señora de clase media, caracterizándolo como delincuente y estigmatizándolo. Soy docente de muchos jóvenes que visten con el mismo estilo en más de una facultad. A diario soy testigo de que miles de jóvenes del conurbano portadores de un “look” semejante, son trabajadores honestos.
Si tuviera que responder con otra propaganda igual de sucia pero más verídica, pondría el semblante de más de un ministro de economía de una Argentina no tan lejana, robando de la cartera de millones de compatriotas.
La cuarta zoncera: esta ya no es de los opositores serviles al poder, sino que está inmersa en muchos de los integrantes de clase media a quienes les ha ido muy bien en los últimos años. Por momentos me da la sensación de que forma parte del ADN de la clase media argentina atribuirle a los malos gobiernos sus magros desempeños económicos. Eso sí, cuando a ciertos sectores medios y medios altos les va bien, eso no tiene nada que ver con buenas políticas, ni con un tipo de cambio controlado, ni con un mercado interno que funciona, etc., sino que está directamente ligado al propio talento. Pero no es genético. No está en el ADN. Es un síntoma cultural y, por lo tanto, tenemos que bregar para derrotarlo.
A la última zoncera ni siquiera la califico como tal porque es demasiado zonza. Es la del presunto líder de un proyecto que tiene como norte pelear contra las grandes mineras del mundo y volver a fabricar aviones, vagones y locomotoras (cosa que ya estamos haciendo), es decir, volver a la Argentina de la industria pesada, y ni siquiera se asume como candidato.
Mis disculpas al ilustre Arturo Jauretche. No pude resistir la tentación.