Disputa ideológica
Miguel del Sel y el vaciamiento de la política
Publicado el 3 de Agosto de 2011 en el Diario "Tiempo Argentino"
Por Carlos Raimundi Nuevo Encuentro.
La derecha cabalga sobre la degradación y el vaciamiento de la política. Sólo así puede entenderse que personajes como Blumberg, De Ángelis, Cobos, Reutemann o De Narváez puedan haberse convertido en ‘dirigentes políticos’.
Yo creo en los procesos sociales, procesos de maduración de la conciencia colectiva. Largo proceso de colonización, por un lado. Y un proceso más reciente, el que atravesamos a partir de la administración Kirchner, de salida, de superación, de disputa de hegemonía, de disputa de sentido.
¿Qué quiere decir esto? Que durante décadas, la derecha construyó hegemonía de sentido. Modeló astutamente el promedio del pensamiento social a su medida, de modo de justificar los sucesivos ajustes sociales que la consolidaron en su posición dominante. Por eso creció tanto la brecha distributiva, primero al precio del terrorismo de Estado, pero luego por el voto.
Kirchner viene a hacer un corte a eso, y recupera autoridad para la política, capacidad de la política para interpelar al Poder. Pero el otro proceso sigue latente.
Me refiero a que la derecha no construye sentido a través de la política, porque cuenta con otros medios. Menos visibles, más sutiles, pero extremadamente eficaces. El poder económico y su capacidad de cooptación, los medios masivos, los aparatos ideológicos, la educación. Entonces, cuando la política recomienza a construir poder autónomo, se comienza a independizar de esos aparatos de los poderes permanentes, la derecha reinicia el juego de degradarla. De inventar o propagar hasta el hartazgo hechos de corrupción o de inseguridad para mostrar la debilidad de la política. Y entronizar a personajes que vienen de fuera de la política, denunciando aquella debilidad, denunciando que “la política” ha fracasado.
Por eso Macri, aspirante a gobernar, es decir, a un cargo de absoluta centralidad política, le pide a Susana Giménez que es mejor que no hablen de política. Porque la derecha cabalga sobre la degradación y el vaciamiento de la política. Sólo así puede entenderse que personajes como Blumberg, De Angeli, Cobos, Reutemann o De Narváez puedan haberse convertido en ‘dirigentes políticos’. Y, claro está, algunos otros políticos, arropados con la vestimenta del campo popular, con su corrupción, su cinismo, su inutilidad, sus contradicciones o su hipocresía, han contribuido bastante a que eso penetrara en sectores importantes de la sociedad.
Esta disputa de sentido es el motivo central por el que adhiero al proceso político que está viviendo la Argentina y aspiro a su continuidad. Porque, más allá del listado de logros que seguramente compartiremos, ha planteado la batalla central por la distinción entre gobierno y poder. Y ha desnudado que el Poder no ha estado en los gobiernos, que nos han gobernado desde esos poderes “invisibles”, y la actual administración les ha dado visibilidad, e intenta construir ese poder ausente, “desde” el gobierno. Y eso implica conflictuar. Una batalla cultural como esta, una construcción de contracultura como esta, inexorablemente implicará conflicto y “crispación”, que bienvenida sea. Lo que enerva a los pacatos conservadores es precisamente lo que a mí me da adrenalina para seguir y triunfar.
Desde el campo de lo estrictamente político, hay un solo polo de irradiación de iniciativas, y está en el gobierno nacional. Los apellidos de los opositores figurarán en las boletas impresas, pero no son los generadores de oposición, en término de cotejo de proyectos. Sólo obedecen órdenes. La jefatura de la oposición se ejerce desde las corporaciones que están perdiendo mucho más poder hegemónico y capital simbólico que dinero.
De allí que debamos esperar sólo campaña negativa: falta de nafta, de dinero en los cajeros, vagones quemados, malestar en aeropuertos, precios que disparan, noticias incesantes sobre inseguridad, etcétera. La estrategia consiste en crear sensación de “todo mal”, de desorden absoluto, que sólo podría ser controlado por un gobierno de coalición entre las diferentes variantes de la derecha, política y económica. Eso aspiran a instalar para una eventual segunda vuelta.
Hay que anticiparse a ello, decir hasta el cansancio que no será casual. Que está armado. Pero decirlo antes. Desplegar todo el instrumental de que dispone un gobierno, toda la dimensión pedagógica de la política y toda la capacidad de anticipación, para denunciarlo, y cotejarlo con la realidad de palpable mejoría que viven millones de argentinos. Y contrarrestrarlo con medidas y acciones políticas y sociales concretísimas, “pellizcables”, que mejoren de verdad la calidad y el horizonte de vida. Y no dejar flancos débiles. Y construir un mensaje para ampliar el bloque social con potenciales aliados que hoy están en los bordes, y no solamente reafirmar lo propio.
La necesidad de construir anclaje territorial y fuerza política en distritos clave, como Capital, Córdoba y Santa Fe, es claramente un desafío para cubrir ese déficit del oficialismo, pero está en un plano más concreto, más táctico. El otro me parece el plano estratégico. Ninguna táctica funciona si no es en función de un objetivo estratégico prefijado. Y el que estamos comentando –la disputa de sentido, la reconstrucción de la política– me parece más que valioso. Desde allí hay que enfrentar a Del Sel. Con una salvedad: reconocer que la derecha nos lleva ventaja en un discurso que interpele el sentido común desde un lenguaje no militante. Tenemos que conectar el gran proyecto de liberación, en cuyo plano todos los militantes populares, de izquierda o progresistas nos sentimos más cómodos, con la cotidianeidad de aquellas personas, conciudadanos nuestros, que no tienen tan afinada la ideología.