AMÉRICA LATINA ANTE UNA NUEVA PERSPECTIVA DE PROTAGONISMO SOCIAL*

Por Carlos Raimundi

Introducción

Voy a desarrollar el tema a partir de una pregunta ¿Por qué estamos ante la recuperación del compromiso de los jóvenes con lo público y con lo pólitico?

En verdad, esa pregunta –que me fue formulada recientemente en una Mesa Redonda- estaba dirigida exclusivamente a que yo respondiera sobre la alta calidad de los dirigentes que lideran el actual proceso latinoamericano, en comparación con etapas anteriores. Desde luego que opino que es así, y que es una de las razones. Es decir, convoca mucho más a una épica juvenil un Presidente que recupera la comandancia del ejército para la autoridad civil que uno que indulta genocidas, por poner sólo un ejemplo. Pero para ser totalmente sincero creo que no se trata solamente de eso.

Soberanía y continuidad del proyecto nacional *


Buenas noches a todas y a todos. Vamos a hablar de soberanía, pero este es sólo un título para conversar juntos sobre la realidad.

Lo cierto es que esta etapa que estamos viviendo me trae algunas reminiscencias de otras etapas. Estuve siguiendo algunos tramos del debate en la Cámara de Senadores sobre la recuperación de YPF, y pensaba cómo han cambiado las cosas en estos años. No podría decir que he perdido sensibilidad, porque es eso mismo lo que me lleva a hacer política, me refiero simplemente a temblar con lo que uno ve que es injusto, de lo contrario perderíamos capacidad de lucha. Pero sí tal vez, he perdido facilidad para emocionarme. Y, sin embargo, el anuncio de nuestra Presidenta en Casa de Gobierno me hizo emocionar. Mientras la locutora oficial leía el proyecto, pensaba para mí: ¿tendrá esta chica plena conciencia de lo que está leyendo? En definitiva, sentí, después de muchos años, que estaba participando de un momento que podría llamar histórico (aunque es la historia la que se encargará de ratificarlo).

Algo similar a lo que sentí al participar de una Asamblea Legislativa convocada por Alfonsín al día siguiente del levantamiento de Semana Santa, con la presencia de innumerables sectores y referentes sociales (yo no participé como legislador sino como dirigente juvenil). En aquella Asamblea el entonces Presidente dijo: “La democracia no se negocia”. Y, no obstante, a los pocos días estaba mandando al Parlamento el Proyecto de Ley de Obediencia Debida, que contradecía absolutamente el espíritu del Juicio a las Juntas y la formación de la Conadep. Aquella sensación se fue diluyendo con el correr de las horas.

Sí era legislador en la sesión que privatizó YPF, en 1992. Pero no estaba en el recinto porque algunos de quienes nos oponíamos intentamos –infructuosamente- impedir el quórum, pese a que la moda dominante era acusarnos por ello de ‘no querer trabajar’.

Plebiscito isleño, otro acto de debilidad


Desde el más estricto criterio de libertad personal, nadie puede negar a los isleños el derecho a un pronunciamiento como el que acaban de anunciar para el primer semestre de 2013, respecto de pertenecer o no al Reino Unido.

Lo que no tiene ese derecho es valor jurídico para ser presentado a la Comunidad Internacional, como sí lo tendría la declaración de independencia de un pueblo sometido o los referéndum que periódicamente tienen lugar en la provincia francoparlante de Quebec, en Canadá, o en Puerto Rico, en pos de sus respectivas independencias.
En su primera disposición transitoria, la Constitución argentina de 1994, al tiempo que ratifica de manera imprescriptible nuestra soberanía sobre las Islas del Atlántico Sur, garantiza los intereses de los isleños. Nadie podría obligarlos a hablar en castellano, o cambiar de religión, a dejar de tener como referencia a la Reina o a simpatizar por un club de fútbol argentino. Pero eso no tiene valor jurídico alguno respecto de la disputa de soberanía entre dos estados, la Argentina y el Reino Unido, porque se trata de planos de análisis absolutamente diferentes. Tienen derecho a expresar libremente su voluntad, no a decidir qué Estado debe ejercer la soberanía sobre el territorio que habitan, por cuanto esto último se rige por reglas del derecho internacional que amparan la posición de nuestro país. La autodeterminación es un derecho de los pueblos sojuzgados respecto de las potencias coloniales que los oprimen. En el caso de Malvinas, la potencia colonial, es el Reino Unido, que ocupó por la fuerza nuestro territorio hace casi 180 años e implantó su propia población, de la cual descienden los actuales habitantes. Por eso el caso Malvinas es tratado como un acto de colonialismo por el Comité de Descolonización. Por lo tanto, si a alguien correspondiera el derecho de autodeterminación sobre su territorio, es a la Argentina, por haber sido el mismo violado por una potencia colonial. Seríamos nosotros los depositarios del derecho de autodeterminación sobre nuestro territorio, aunque se trate de un área parcial del mismo. Imaginemos la legítima reacción de cualquier país soberano, frente a una momentánea violación de su espacio aéreo. Cuánto más debe reaccionar un país cuyo territorio es ocupado de manera permanente desoyendo el mandato de la comunidad internacional expresado en sucesivos pronunciamientos de la Asamblea de Naciones Unidas, de su Comité de Descolonización, de la Unasur, de la CELAC, y de tantos otros foros internacionales. Este 14 de junio, mientras Cristina Fernández de Kirchner se presentará ante un órgano del máximo foro internacional, un enviado del Foreign Office –luego de rechazar una invitación del canciller argentino a visitar nuestro país- arribará a las Islas, cuya población militar rotativa procedente de la Armada Real, iguala prácticamente a la población civil estable. De un lado, la diplomacia y el derecho, del otro, la prepotencia, el militarismo y la desmesura. 
Todas estas circunstancias han puesto, por primera vez en muchos años a la Argentina en el marco de América Latina toda, en el lugar de la sensatez y la razón. A la histórica legitimidad de nuestro reclamo, la complementa ahora una mucho mejor reputación internacional que la de nuestra contraparte. La militarización, la negativa al diálogo, y este último plebiscito al que parece acaban de convocar, además de constituir sendas expresiones de debilidad jurídica, colocan al Reino Unido, ante los ojos del mundo civilizado, en el lugar de la sinrazón y la prepotencia. Perserverar en esa diferencia tan marcada de actitud, adquiere, junto con las demás estrategias nacionales y regionales muy activas, un inestimable valor con el devenir del tiempo.


Publicado en Tiempo Argentino 13/06/2012   http://www.infonews.com/2012/06/13/politica-25445-plebiscito-isleno-otro-acto-de-debilidad.php


La cuestión Malvinas contiene dos aspectos estrechamente relacionados. La legitimidad del derecho y la construcción del poder necesario para que ese derecho legítimo se concrete.

De lo primero, no caben dudas. Pocas causas son tan compartidas prácticamente por todos los argentinos, sin distinguir condición social, poder económico o bandería ideológico-política, como que las Malvinas son argentinas. Y algo no menos importante: que no existe otro camino hacia nuestro derecho que no sea la vía pacífica y diplomática.

Las Malvinas son, definitivamente, argentinas. Ahora bien, una pregunta pertinente sería: ¿por qué, habiendo ganado todas las votaciones en la ONU, en el Comité de Descolonización y en la OEA esos triunfos diplomáticos no lograron obligar al Reino Unido a negociar soberanía? Y la respuesta es que la mayoría expresada en número de países no se corresponde con el poder real que se necesita para materializar el derecho que nos asiste.

La siguiente pregunta sería: ¿ese desbalance entre la legitimidad del derecho y el poder real para ejercerlo, es necesariamente estático, permanente e irreversible? La respuesta es: categóricamente, no. Pero para trasladar esa justicia intrínseca del derecho a la posibilidad efectiva de materializarlo, esto es, obligar a Gran Bretaña a discutir soberanía, la respuesta la tiene básicamente la capacidad estratégica que demuestre la política exterior argentina y la unidad latinoamericana. Y en esta dirección, la Argentina y América Latina estamos en una posición claramente mejor que la que tuvimos históricamente.

Hoy América Latina tiene gobiernos de claro signo popular, con liderazgos fuertes y muy legitimados socialmente, y está en pleno proceso de recuperación económica e integración política. Esto le da mayor capacidad para incidir en la agenda internacional. La actual situación no ha modificado la legitimidad sustancial de la causa argentina, sino la relación de fuerza política entre las partes.

Por Carlos Raimundi Dip. Nacional


Fuente: http://tiempo.infonews.com/notas/entre-derecho-y-poder 

La batalla por la autonomía política

Publicado el 30 de Octubre de 2011 en el Diario "Tiempo Argentino"

Por Carlos Raimundi

Diputado electo.


El riesgo no es que el Estado controle a los medios, sino que lo necesario es que la política se libere de la colonización cultural ejercida históricamente por las grandes cadenas de medios.

El 12 de octubre tuvo lugar un debate sobre la situación de los medios en Venezuela y Ecuador, entre Tomás Abraham, Jorge Lanata, María Pía López y Florencia Saintout. El disparador fue un documental que no tuvo nada de académico. Un simple mensaje opositor a los presidentes Chávez y Correa. Antes de ir de lleno al debate, algunos ejes que enmarcan el lugar desde donde miro la temática.