En un reciente encuentro trasversal de empresarios, sindicalistas, organizaciones sociales y personalidades de la cultura y la política, el Ddoctor Aldo Ferrer planteó una pregunta disparadora respecto de la situación económica y política: ¿Por qué, si en otros momentos la estructura igualmente concentrada de nuestra economía ha respondido con una inflación del 4 o 5 porciento, ahora lo hace con un aumento de precios tan desmesurado como el de las últimas semanas?

El mismo ensayó algunas respuestas, muchas de las cuales nos conducen a una cuestión recurrente de nuestra economía: los límites que impone la acumulación de divisas. El éxodo de divisas de los últimos tiempos no responde tanto a la típica fuga de capitales, ya que ello ha estado sometido a un control más estricto, sino a algunos elementos virtuosos como la tasa de crecimiento industrial. La matriz, todavía muy concentrada y vinculada a la necesidad de componentes extranjeros, hace que por cada punto de crecimiento industrial crezca, a la vez, la importación de insumos y de bienes de capital.

Este mismo crecimiento nos ha demandado la importación de energía, con el consiguiente drenaje de dólares. Para enfrentar lo primero, el gobierno intenta profundizar la política de sustitución de importaciones, que hasta ahora ha resultado correcta pero insuficiente. Y para lo segundo, se operó la recuperación de YPF, que modificó la tendencia netamente exportadora en pos de un mayor autoabastecimiento energético.

Un tercer elemento también se corresponde con una situación virtuosa. Es el déficit turístico. Es decir, los dólares generados con trabajo argentino pero gastados en el exterior a partir de un aumento del poder adquisitivo que da capacidad para viajar al exterior a una franja importante de nuestra sociedad. A lo que se suman la crisis europea y los problemas de la economía brasileña, que han hecho mermar el turismo receptivo, y que, además, alentado por la estratagema mediática del dólar ilegal, no cambian sus dólares en los organismos oficiales, sino en el mercado paralelo, y por lo tanto no ingresan al circuito formal.

A esto probablemente deban agregarse algunas dificultades económicas del último año, que no incorporaron certidumbre al proceso. Pero los factores de poder real no han reaccionado por eso, sino precisamente por lo contrario, esto es, porque son nuestras fortalezas las que impiden su proyecto hegemónico. Me refiero a la firmeza de nuestra política económica en no volver a caer en las garras del sistema financiero internacional, y, por el contrario, sostener su autonomía e inyectar recursos al mercado interno. Mientras las recetas ortodoxas ordenan enfriar la economía y reducir la inversión social y el consumo. Las corridas son una reacción frente a ello.

A esto me interesa agregar algunos condicionantes de orden político. En primer lugar, algunos de nivel regional, comenzando por el impacto que acusa América Latina al no tener a Luiz Inácio Lula da Silva y su profunda visión integracionista en la Presidencia de Brasil. Y al haber sufrido en muy poco tiempo la pérdida física de dos liderazgos tan significativos y potentes como los de Néstor Kirchner mientras conducía la UNASUR y de Hugo Chávez recientemente elegido presidente de Venezuela por tercera vez.

A esto se suma el golpe de Estado que derrocó a Fernando Lugo en Paraguay, la formación de la Alianza del Pacífico, y las rencillas entre países limítrofes, de las cuales la relación entre Argentina y Uruguay lamentablemente no están exentas. Asimismo, asistimos a cierto amesetamiento de algunas iniciativas de organización regional respecto de lo que había sido su impulso inicial unos años atrás.

Otro condicionante político lo encontramos en el plano interno. Es la disminución de la base electoral del kirchnerismo respecto del año 2011 y su traspié en un distrito muy simbólico como la provincia de Buenos Aires.

En mi opinión, esto no se explica sólo por el relajamiento de la conducta electoral en las elecciones de medio término, sino que denota una cierta pérdida en la capacidad de interpelar a esos sectores sociales que lo apoyaron en otros momentos y perfectamente podrían volver a respaldarlo, pero que en el último tiempo no se había sentido expresado por él.

Por lo tanto, es muy importante transformar esta suerte de cuello de botella monetario en una fortaleza, en una bandera apta para volver a representar no solamente a los sectores militantes o aquellos ideológicamente más comprometidos con el proyecto nacional y con la figura de nuestra presidenta, sino también a todos aquellos sectores que tienen contradicciones objetivas con el proyecto desestabilizador de los factores concentrados de poder.

La política de "Precios cuidados" es una medida muy inteligente, por cuanto permite interpelar a otros sectores más allá de los propios. Y, además, desplaza al gobierno del lugar donde los medios hegemónicos pugnan para ponerlo: como causante principal de los aumentos de precios.

En este sentido, es fundamental que el gobierno genere todas las iniciativas en todos los planos posibles para persuadir a la sociedad de que el consumidor y el Estado tienen puesta la camiseta del mismo equipo, que la batalla por los precios no es consumidores vs. Estado. Que el Estado es la herramienta con la que el consumidor necesita contar para denunciar y dar batalla a los verdaderos responsables de los aumentos.

Se trata de una batalla que también debe plantearse en el campo de lo simbólico, multiplicar la cantidad de actores sociales y de personas comunes, y también multiplicar los espacios en los que se disputan los precios desde sus distintos aspectos. Esto es, el plano más visible y más sensible que es el de la góndola del supermercado, pero también desde el análisis de la estructura de costos y de la concentración en el proceso de formación de precios que arroja márgenes de ganancia gigantescos e injustificados para los eslabones más poderosos de la cadena. Y perjudica a sus extremos: el inicial, el pequeño productor, y el final, el consumidor.

Y también en el plano de la movilización, no ligada únicamente a la ocupación masiva del espacio público –que es necesaria- sino a la capacidad argumental para discutir precios, de enfrentarse con los que no respetan los acuerdos, de combatir la especulación y denunciar las campañas de desaliento y desmoralización que intentan difundir un clima de crisis cuando no hay ningún elemento real de nuestra economía que se aproxime a esa posibilidad.

Esto es, nada más y nada menos, llevar a la práctica el concepto de empoderamiento, empoderamiento de lo propio, denuncia del que nos estafa, del que nos engaña, con la misma decisión con la que se afrontó la denuncia de los que desabastecieron durante el 2008 o de los que mienten descaradamente todos los días en nombre de un periodismo falsamente independiente.

Publicado en Tiempo Argentino, 4/03/2014
Enlace: http://tiempo.infonews.com/2014/03/04/editorial-119871-precios-cuidados-el-empoderamiento-de-la-ciudadania.php