El poder económico beneficiario de los sucesivos ciclos de ajuste en nuestro país, lejos de conformar alianzas sociales amplias, se fue angostando progresivamente hasta culminar en un vértice muy pequeño de grupos concentrados que se adueñaron de todo un aparato productivo otrora diversificado. Enlace a la primera parte: http://raimundi.com.ar/prensa/escrita/696-la-batalla-central-por-las-creencias


3. LA CONCENTRACIÓN NOS DEPOJA POR IGUAL

El poder económico beneficiario de los sucesivos ciclos de ajuste en nuestro país, lejos de conformar alianzas sociales amplias, se fue angostando progresivamente hasta culminar en un vértice muy pequeño de grupos concentrados que se adueñaron de todo un aparato productivo otrora diversificado. Fue en un número reducido de grupos económicos –trasnacionales y nacionales trasnacionalizados– en los que terminó de cristalizarse la estructura productiva, financiera, de comercialización y distribución, y los negocios de importación y exportación de bienes y servicios, que pasaron de la propiedad social en manos del Estado a las empresas privadas cuyos abusos todavía padecemos.

Según el último informe del Centro de Investigación CIGES, una sola empresa concentra el 80 por cientio de la producción de panificados; tres empresas producen el 78 por ciento de las galletitas; dos empresas concentran el 82 por ciento de la producción de cervezas; dos empresas elaboran el 79 por ciento de los fertilizantes; una sola firma fabrica el 85 por ciento del acero; una sola firma monopoliza el 100 por ciento del aluminio; una sola firma concentra el 93 por ciento de la producción de etileno; tres empresas dominan el 97 por ciento del mercado del cemento.

Y según el propio Ministerio de Economía de la Nación, siete empresas concentran el 70 por ciento de la producción y exportación de aceites, y la producción de harinas está aún más concentrada. Desde el punto de vista de la formación de precios, de la industria de la construcción, así como de la oferta de empleos y el desarrollo de pequeñas y medianas empresas, ¿cuál es la diferencia entre sectores medios y populares en cuanto al daño que les depara este modelo de concentración?

Los sectores medios profesionales, comerciantes, pequeños y medianos empresarios, e incluso aquellos empresarios mayores que en otras etapas habían conformado la denominada "burguesía nacional", fueron igualmente perjudicados. El modelo oligárquico no hizo distingo a la hora de desplazar franjas sociales. Y, al mismo tiempo, constituyó una trama de poder que, con el trascurso del tiempo y las circunstancias histórico–políticas, se fue trasladando desde unas fuerzas armadas cada vez más desprestigiadas socialmente (instrumento sólo de coerción), hacia la apropiación y concentración de grandes cadenas de medios de comunicación, que operaran como instrumentos de aquella "dirección intelectual y moral" a la que me referí anteriormente.


4.CÓMO OPERA El DISPOSITIVO CULTURAL DEL PODER

Por un lado, sectores humildes, trabajadores y medios eran desalojados por igual de un modelo productivo que había incentivado, aunque trabajosamente, la movilidad social ascendente. Pero culturalmente, los grupos dominantes tuvieron la astucia de compactar en aquellas mismas franjas medias a las que desplazaba en lo económico, una serie de ideas fuerza muy contradictorias desde el punto de vista de los intereses de éstas.

Lejos de solidarizarse con los sectores populares y confluir con ellos en la democratización del modelo político y económico, su convicción cultural más profunda tiende a estigmatizar a las franjas más humildes, y asume como referencia, por el contrario, las pautas de vida, los usos y costumbres de la oligarquía. Frases tan comunes como "esos negros de mierda", o "son unos vagos que viven a costillas nuestras de la ayuda del Estado", son una cabal expresión de esa fractura cultural existente al interior de un bloque socioeconómico, que, desde el punto de vista de sus grandes intereses generales debería estar cohesionado. El reclamo de mano dura inculcado por el tóxico discurso dominante sobre la inseguridad, tiene por objetivo profundizar esa brecha social y cultural.

En los últimos días, el programa Progresar, lanzado por la Presidencia de la Nación, se convirtió en 'hashtag' de las redes sociales. En ellas se reiteraban comentarios peyorativos provenientes de esas creencias profundas instaladas a partir de la hegemonía cultural que ejerce el poder dominante. Comentarios que no tomaban en cuenta al menos dos elementos que hacen que ese programa de inclusión social no sólo beneficie a sus destinatarios directos, sino también, indirectamente, a los sectores medios. El primero es que configura un factor de inclusión y reconocimiento social que opera como un incentivo a alejarlos de la marginalidad y la ilegalidad. Y el segundo es que se trata de una ayuda económica a volcarse, de lleno, al consumo dentro de un circuito en el cual, los sectores medios son protagonistas.

En el mismo sentido, escuchamos a sectores medios repetir como loritos ciertas estadísticas que describen el "mal desempeño" o la "deserción" de nuestros estudiantes. Sin tener en cuenta que, aun cuando pueda reconocérseles una cuota de certeza, el sistema educativo argentino ha dado un notable salto de inclusión en la última década, lo que lleva a referirnos a un universo superior al 90 por ciento de la población, contra no más del 50 ciento que concurría a las aulas al promediar la crisis. Es decir, aquí hay una fuerte política pública cuya primera etapa es la inclusión, a la que seguirá la excelencia, pero que no podría, de ninguna manera, comenzar por la excelencia. Se trata de jóvenes en cuyo universo simbólico forjado durante su primera infancia no registran la pertenencia a una familia armoniosa, con guardapolvo y mantel en la mesa. Arrastran una memoria de exclusión, de desamparo, y, por lo tanto, probablemente no vamos a encontrar en ellos las condiciones para una alta calidad educativa, ni alto rendimiento, ni la mejor disciplina: lo primero que tenemos que hacer es incorporarlos al aula, integrarlos a una comunidad. Y es lo que se hizo. Y con ello, situarlos unos pasos más lejos de la marginalidad. Y de las tentaciones que suele ofrecerles el crimen organizado, en ausencia de otras alternativas de ser reconocidos. Sin embargo, la clase media, insisto, se aferra a ciertas noticias-catástrofe y repite como lorito que ha descendido la calidad educativa, cuando en verdad, estamos haciendo lo imposible por dar un enorme salto en la calidad social.

Sin ir más lejos, durante los últimos saqueos vimos escenas donde sectores medios se pertrechaban preventivamente ante la presencia de jóvenes humildes, por el solo hecho de su vestimenta o de su porte físico. Es así que toda política pública tendiente a morigerar los tremendos efectos de esta desarticulación social –producto, precisamente, de los planes de ajuste impulsados por quienes hoy apuran los golpes de mercado– tendría que ser bienvenida y ayudada por los sectores medios, en lugar de ser criticada.

*La primera parte fue publicada el 29/1/2014

Publicado en Tiempo Argentino: http://tiempo.infonews.com/2014/02/03/editorial-118007-la-batalla-central-por-las-creencias-segunda-parte-de-tres.php