COMISIÓN DE LIBERTAD DE EXPRESIÓN. REPUDIO A LA DENUNCIA

PENAL CONTRA PERIODISTAS Y FUNCIONARIOS. SALÓN DELIA

PARODI, 29.11.2012


INTERVENCIÓN DE CARLOS RAIMUNDI


Muchas gracias a todos los amigos, amigas, compañeros y

compañeras aquí presentes. Quiero ser lo más breve posible.

Voy a tomar algo que recién escuché decir a Agustín Rossi y que

coincide con una sensación que tuve los otros días cuando concurrí a la

conferencia de prensa realizada en el CELS: sin restarle gravedad al

episodio, tengo una sensación de claridad. Todos estos son hechos que van

aclarando las cosas. La sensación que tenía es que cada uno está en el

lugar donde debe estar. Esta denuncia abona esa teoría.

Voy a tratar de explicar esto mejor, tomando algo que decía Sandra

Russo. Cómo habrá sido la situación, que la SIP le tuvo que decir que se

habían pasado de vueltas. No es casual, no es imprevisto. Es el efecto

cascada, es el pasar los límites que da la sensación de impunidad. Cuando

uno está acostumbrado a la impunidad, adquiere la tendencia de hacer lo

que quiere. En ese hacer lo que quiere uno se desboca, pierde los límites,

se pasa todos los niveles de inescrupulosidad. Por lo tanto, ellos están en el

lugar donde tienen que estar.


Lo bueno en términos casi diría de etapa histórica, es que hoy hay

una parte cada vez mayor de la sociedad que se da cuenta de estas cosas.

El problema es que esto antes pasaba, pero entre bambalinas. No estaba

explicitado. El gran mérito de esta etapa es haber explicitado estas cosas.

Por eso nunca van a ser suficientes el debate y las reuniones.

Yo creo que la Presidenta, el gobierno, el liderazgo político de esta

etapa han puesto el rumbo, y la Ley de Medios Audiovisuales vino a poner

el instrumento. Pero la profundidad de hasta dónde lleguemos, la va a poner

la capacidad que tenga el debate público, su profundidad, su expansión.

Todo lo que podamos hacer para dar ese debate lo tenemos que seguir

haciendo.

Por ejemplo, anoche, hubo sectores de la oposición en la sesión que

apoyaron el rechazo a la denuncia, la declaración que estaba en juego.

¿Pero cuál era el problema central? Que lo descontextualizaban del desafío

a la Democracia. O sea, condenaban la denuncia como un hecho aislado,

por fuera de la disputa de hegemonía. ¿Qué hacían entonces? Condenaban

la denuncia, pero criticaban la política que había llevado al cuestionamiento

de la hegemonía. No sirve prácticamente para nada condenar una denuncia

en esas condiciones.

Un diputado dijo que esta es la disputa entre el Grupo Clarín y el

Grupo Casa Rosada. Eso sí es grave, porque hay una especie de desprecio

por la legitimidad. Quien ocupa la Casa Rosada no es un grupo de amigos

que se forma y pinta la casa de color rosado, y luego se instala. En la Casa

Rosada no está el que quiere, porque hay muchos que deben querer estar

ahí, sino que está el que fue capaz de desarrollar una construcción política y

social que le da la legitimidad para estar allí. Entonces, cuando se quiere

equiparar la legitimidad del Estado con las legitimidades parciales que

tienen los grupos privados, se produce el desfase conceptual del debate.

El otro instrumento que usan, es “no me vengan a mí con esta pelea,

que es una pelea del gobierno con el Grupo Clarín”. Es decir, hacer el

planteo de ajenidad. O sea, ¿qué es lo que tratan de construir? La idea de

que hay una política de gobierno y una política del grupo, y ellos tratan de

ponerse en un lugar intermedio donde expresan a la sociedad que no ha

tomado partido. Me parece que acá también tenemos que profundizar

mucho porque cuando hay una situación histórica de desbalance de poder

tan grande entre el poder y la política, la neutralidad juega para el poder.

No hay neutralidad ni ajenidad posible en esto. Hay momentos en los que la

historia no pone cuatro o cinco lugares donde poder estar, sino que pone

uno u otro; no hay neutralidad ni indiferencia posible.

Lo otro que nos distancia mucho de los planteos de la oposición es

que nosotros miramos las cosas desde un lugar y ellos desde el lugar

opuesto. Me refiero a la respuesta a qué hay que independizar de qué.

Cuando ellos dicen “acá lo que tenemos que lograr es que la prensa se

independice del monopolio oficial” nosotros vemos exactamente lo

contrario. Observamos que es la política la que se tiene que independizar

del poder económico.

Termino con esto, porque hay que seguir dando una batalla muy

fuerte para continuar construyendo ese contramensaje. Por ejemplo, el

mensaje de que es más grave que un periodista, cuando está transmitiendo

un partido de fútbol, diga que “se viene el 7-D” que el hecho de que bajo la

excusa de trasmitir un partido de fútbol se enfoque a la tribuna. Con todo lo

que eso implica en términos de negocios. Es más grave eso que lo otro.

O el tema de la cadena. ¿Desde dónde me preocupa esto? Reitero:

desde el desprecio de la legitimidad. Ayer escuché a algunos diputados que

decían que en el canal público la oposición debe tener el mismo lugar que el

mensaje oficial. Creo que eso no existe, pero podría valer en un sistema

institucional puro de toda pureza, donde la oposición tenga el mismo

espacio en el lugar público y el oficialismo lo tenga en los grupos privados.

Pero como no estamos en un sistema puro de toda pureza, sería como

pedir que la política del Ministerio de Agricultura la haga tanto el oficialismo

como la oposición.

Si fuera así, ¿para qué está la legitimidad del oficialismo? En un lugar

del Estado, quien ha conseguido la legitimidad para ocupar ese espacio

tiene que marcar el rumbo de cuál es la política. Hay que tener mucho

cuidado con los abusos. Con esto no estoy justificando ningún abuso o

censura. Lo que digo es que la impronta de una política en un medio público

la establece el que maneja el Estado en ese momento, como la determina

en cualquier otro lugar del Estado. Por eso no se puede descontextualizar.

Porque si desde las seis de la mañana y hasta las tres de la tarde recorro

todos los canales de noticias y tengo una cadena -porque en todos

transmiten lo mismo- después no puedo denunciar que el Estado trata de

defenderse de eso desde el lugar en que la legitimidad pública lo puso.

Otro ejemplo es el tema de la pauta o publicidad oficial. Me parece

que hay que discutirlo con mucha profundidad y no con simpleza, porque de

la manera en que eso se discuta también dependerá el contramensaje que

estamos construyendo. El otro día, en la conferencia de prensa que tuvo

lugar después del paro -y tengo que reivindicar mucho lo que en ella

expresó el diputado Plaini-, escuché a un dirigente decir lo siguiente:

“Bueno, de última el monopolio privado con su plata hace lo que quiere; el

problema es que son más peligrosos los monopolios del Estado porque es la

plata de todos”. Quiero discutir muy bien esto. Hay un sistema económico

que se nutre de la riqueza que genera el pueblo que trabaja y ese sistema

después orienta recursos hacia el Estado y hacia los grupos privados.

Entonces, si soy un grupo privado que tiene publicidad privada tengo

una estructura de costos en la que incluyo la publicidad. Eso después lo

cargo a los precios y lo deduzco de impuestos. Por lo tanto, la relación que

hay entre el sector que genera la riqueza, los grupos privados que ponen el

97 % del total de la publicidad y el Estado, que sólo maneja el 3 % del total

de la publicidad, forma parte de un mismo sistema. Lo que quiero decir es

que yo no me como la idea de que la publicidad oficial la pagamos todos y

la privada no. La publicidad oficial y la privada las pagamos todos. Se hace

con el dinero de todos y hay que discutirlo de manera integral. Y así como

se debate el tema de la publicidad oficial que hay que poner en un

determinado lugar, también hay que discutir la pauta o publicidad privada.

No se puede dar una discusión aislada de una cosa sin la otra.