Las declaraciones del senador radical Ernesto Sanz, demuestran hasta que punto los prejuicios de clase gozan de buena salud
El peronismo histórico implicó un período de enormes transformaciones. Se lo podía( debía) percibir, apreciar y apoyar en ese momento pero mirado desde la distancia de seis décadas, sus 10 años fueron notables. Incluso comparado con la década actual de Hugo Chávez en Venezuela, la comparación es favorable al movimiento conducido por Juan Perón, aunque la etiqueta de socialismo no estuviera en sus documentos. Como todo proceso de cambios profundos, la crispación de la sociedad fue enorme. Nadie cede gentilmente sus privilegios. Sólo desde una visión deformada y falsa de la historia se puede sostener que cambios profundos pueden realizarse con el consentimiento de los poderes económicos afectados.
En esa sociedad dividida en dos, los poderosos celebraron el cáncer de Eva Perón y bombardearon Plaza de Mayo entre otros gestos y actos de comprensión y generosidad. Pero además franjas mayoritarias de clase media se sintieron asfixiados por la presencia de la nueva clase obrera proveniente de las migraciones internas. Los descendientes de los derrotados en las guerras civiles argentinas del siglo XIX, se movilizaron, metieron las patas en la fuente y un 17 de octubre dieron nacimiento al peronismo. “Invadieron” Mar del Plata, accedieron al Colón, tuvieron vacaciones y aguinaldo, delegado gremial, dignidad, salud y educación y los sábados a la noche colmaban las calles de la ciudad cuyos presuntos propietarios la consideraban una prolongación de Europa en estas tierras bárbaras. Había que denigrar a este nuevo actor social que tenía el tupé de considerarse un igual a cualquier otro integrante de la sociedad. Y así nació la leyenda que eran tan brutos que en las casas que recibían similares a las que poseían los integrantes de las clases medias, levantaban el parquet y lo usaban como leña para hacer asados. Muchos radicales de la estirpe de Silvano Santander o Ernesto Sanmartino se hicieron eco de la infamia. Era un partido en los que se había extirpado en sus franjas mayoritarias la prédica y el accionar transformador y nacional de Hipólito Irigoyen. Ya habían desandado el camino del primer presidente radical popular y nacional integrando la Unión Democrática, apoyando a la Revolución Libertadora y luego siendo Ricardo Balbín el preferido de los que fusilaron en los basurales de José León Suárez, prohibieron toda mención al Partido Peronista y a Perón y Evita, intervinieron la CGT y ocultaron el cadáver de Eva Perón entre otras “hazañas”. Luego desde un mentado democratismo fueron cómplices de la proscripción de las mayorías populares. Al regreso de Perón, Balbín aceptó un acercamiento que de su parte intentaba morigerar las potencialidades transformadoras que encarnaba el movimiento del proscripto durante 18 años. La habilidad de Alfonsín y su discurso amplio le permitió ganarle justamente por primera vez a un peronismo que cargaba con la hipoteca de López Rega y la Triple A. Los dos primeros años de su gobierno, pueden evaluarse como muy rescatables históricamente. Luego sus limitaciones y un golpe de mercado permitieron que con Carlos Menem el justicialismo asumiera el gobierno y llegara a su degradación más profunda.
Un radicalismo en retroceso fue rescatado de su enanismo por su alianza con el FREPASO y su nueva llegada al gobierno con el silencioso e inepto Fernando de la Rúa. Su salida anticipada con una treintena de muertos, arrojó al radicalismo a un camino de extinción y al país a la peor crisis económica y social de su historia.
Las imágenes que arriban de Grecia y próximamente veremos reflejadas en España parecen una remake de las vividas en la Argentina en el 2001. La incertidumbre, la desaparición del horizonte, la emigración, las multitudes revolviendo los tachos de basura, las Asambleas barriales, los clubes de canje, chicos de la Península Iberica mandando paquetes con comida a nuestro país, pasaron hace 9 años apenas, aunque la mejoría actual es tan significativa que aquello parece una pesadilla lejana.
Pero el malestar que provocó en las clases medias rurales las políticas del kirchnerismo y en las urbanas “las formas” del gobierno y los prejuicios ideológicos que anidan en franjas medias importantes, permitieron el renacimiento del radicalismo en las elecciones del 28 de junio.
Su antikirchnerismo actual parece una remake de aquel antiperonismo que podía llegar a celebrar el cáncer de Eva Perón y que hoy se traduce en la yegua o la conchuda, o en el deseo que el ateroma hubiere dejado parapléjico a Néstor Kirchner.
Sus tres dirigentes principales son una especie de reencarnación del 55 y del 76 en el caso del diputado Oscar Aguad, capaz de oponerse, irracionalmente a todo, hasta el feriado del 24 de mayo, con motivo del Bicentenario, por única vez en 100 años. Es un hombre que queda a la derecha de la propia derecha del macrismo
El senador Gerardo Morales, un impresentable que mientras defiende al establishment y a Clarín que le brinda generosamente sus páginas, apunta sus cañones sobre la gigantesca obra social de Milagro Sala. El tercero, el senador Ernesto Sanz, hasta ahora era el menos obsoleto. Pero la exposición pública desnudó su pensamiento troglodita que ocultó mientras las circunstancias no lo delataban. Declaró Sanz: “Desde que se implementó el Programa de Asignación Universal por hijo, los datos marcan que lo que se venía gastando en juego y droga ha tenido un incremento” Otra vez, sesenta años más tarde, “utilizan el parquet para hacer asado”. Todos los datos de incremento de consumo en alimentos y bebidas los desmienten. La baja de la pobreza y con mayor intensidad de la indigencia es un rotundo no a sus afirmaciones. El incremento de la matrícula escolar es una escupida a sus prejuicios. La mejoría en la prevención que implica la obligatoriedad de las vacunaciones y control sanitario sujeto al cobro semestral de una diferencia que se retiene de la asignación, es otro mentis a sus declaraciones. Un trabajo del Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino, sostiene que con la medida que critica el senador salieron de la pobreza entre 1,4 millones y 1,8 millones de personas y de la indigencia entre 1 y 1,5 millones.
Si sumamos al cuarto dirigente y posible candidato presidencial, el vicepresidente de la Nación Julio Cesar Cleto Cobos, referente de la oposición, expulsado a perpetuidad del radicalismo y luego indultado, sinónimo de la traición reiterada, es previsible que Irigoyen y Alfonsín se estén revolviendo en sus tumbas.
Pasan las décadas, se cambia de siglo, pero los dirigentes radicales cultivan sus prejuicios ideológicos con una perseverancia envidiable. Ayer: “Utilizan el parquet para hacer asado”. Hoy: “La asignación por hijo va al juego y la droga” El mensaje es claro: Ayer: no hay que darle casas a quienes no pueden acceder a ellas. Hoy: “Los pobres no pueden ser ayudados porque carecen de educación para darle el destino correcto a la asignación por hijo” Esa educación que si recibió Ernesto Sanz, de aquellos pobres que con los impuestos de sus consumos le pagaron sus estudios.
Sanz no es un ingenuo y su discurso tiende a sintonizar con los prejuicios más lamentables de sus votantes. El “aluvión zoológico” de su correligionario Sanmartino parece ser tan persistente en el radicalismo, como la convicción de los cabecitas negras a luchar para vivir y no sólo para sobrevivir.
Parodiando libremente a Borges: “Estos dirigentes radicales no solos son malos, son incorregibles”
17-05-2010