“Lo central es la multipolaridad, la existencia de más de un polo de poder”.

28 abril 2020

Por Magalí Gómez y Carlos Godoy


Carlos Raimundi, embajador designado por el gobierno de Argentina ante la Organización de Estados Americanos –OEA- y docente universitario en diálogo con Esquina América, el programa del Centro de Estudios de Integración Latinoamericana “Manuel Ugarte” de la UNLa, discurrió con mucha claridad acerca de la relación entre la crisis por el COVID-19, la disputa geopolítica global y los escenarios que enfrenta el camino de la integración latinoamericana.

Y es que hoy, mientras la Unión Europea y Gran Bretaña aún no logran respirar con tranquilidad y EEUU se asfixia con la mayor cantidad de contagios y muertes por la pandemia del coronavirus; China, con el tiempo a su favor y tras meses de luchar con el pico de contagios y muertes por el COVID-19, parece tener bajo control la situación en su territorio. Más allá de las ingentes bajas e infectados por la enfermedad, el estado chino gestionó exitosamente la peor parte y hoy ha levantado la cuarentena incluso en Wuhan, ciudad donde explotó el brote. Dicha experiencia condujo a otros gobiernos a seguir la huella oriental en la búsqueda por evadir los pasos dados de las tan golpeadas eurozona y Norteamérica. América Latina no ha sido la excepción y los gobiernos de la región han tomado diferentes medidas preventivas de aislamiento y distanciamiento social, lo cual, de acuerdo a la naturaleza y prontitud de las mismas, ha brindado resultados disimiles, unos más felices que otros.

Pero más allá de constituirse como ejemplo a seguir en la gestión de la emergencia sanitaria, China viene ganando terreno donde Estados Unidos y compañía han dejado un gran vacío. La cooperación científica, sanitaria y humanitaria de China no se ha hecho esperar. De Argentina a México, pasando por Venezuela, el Caribe y Centroamérica, se han tendido puentes aéreos entre Latinoamérica y el gigante asiático.

Cruzando ese puente de oriente a occidente, arribó la cooperación China para contribuir al combate de la pandemia en Argentina con un mensaje incluido. En el embalaje de los insumos, se leía una frase del Martín Fierro, obra tenida por poema nacional argentino: “Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea”. Y aunque no ha sido el único caso –España e Italia también recibieron mensajes similares-, las muestras de solidaridad del gobierno de Xi Jinping, aunadas a la creciente centralidad de China como principal socio comercial de América Latina, sobre todo de Suramérica, abre una serie de interrogantes acerca del futuro regional.

Consultado acerca de la situación crítica de EEUU en la actualidad, y sus esfuerzos por recomponer su estructura de dominación en América Latina, nuestro entrevistado, Carlos Raimundi, señaló que “Estados Unidos continúa una ruta descendente en términos de su capacidad de influencia” a nivel global y que lo mismo vale para América Latina. Manifestó que el debilitamiento como factor de poder en la geografía mundial, ha llevado a la potencia del norte a tener una “reacción estridente”, como la que ha dejado ver con el recrudecimiento del asedio a Venezuela. Esta pérdida de poder, se da en el marco de una baja en los precios del petróleo y de un año electoral estadounidense, hechos que han propiciado la multiplicación de gestos que demuestran esfuerzos para ganarle la reelección a Donald Trump.

Ante estos ataques por parte de la administración Trump –resaltó Raimundi- “Rusia y China han reaccionado a través de la portavoz de su ministerio de relaciones exteriores. Así que ahí hay un área en disputa en América Latina que hace que los Estados Unidos no puedan hacer lo que quieran. Por eso, la disputa geopolítica es global, y cuando es global, incluye también a América Latina por más patio trasero que Estados Unidos la considere”.

Esquina América también inquirió al embajador designado ante la OEA si China está en capacidad de convertirse para América Latina -como lo hizo EEUU para Europa a través el Plan Marshall-, como garante de la salida de la crisis múltiple que trajo consigo la pendemia. El diplomático consideró que si bien se trata de situaciones difíciles de extrapolar, el eje euroasiático conformado por China - desde el punto de vista económico- y Rusia -desde el punto de vista geopolítico (dominio del territorio, de ciertos insumos energéticos como el petróleo el gas, y la tecnología militar)- “indudablemente le está ganando terreno en capacidad de influir geopolíticamente al eje noratlántico”.

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Raimundi fue más allá y se cuestionó, considerando la concepción del mundo, la historia religiosa y la cultura oriental, si la incidencia de China sobre el mundo, en reemplazo de la potencia hegemónica anterior, sería de similares características. Para el docente universitario, la respuesta negativa a esta pregunta radica en que no hay comparación entre la “lógica cartesiana, modernista occidental de los opuestos, de los antagonismos, de la dominación y de la subordinación”, base de los proyectos de poder occidental, con “las prédicas de Confucio como manera de organizar las relaciones sociales. Veo otro tipo de disciplina social, de organización”.

El entrevistado también observó que “China ha ganado terreno en el crecimiento de los indicadores de avance tecnológicos en los principales productos, en los nuevos materiales, en las nuevas tecnologías; ha robotizado y automatizado mucho de su producción y sin embargo no tiene desempleados, porque la lógica con la que se maneja la reproducción del capital es diferente. Y por lo tanto creo que si el sistema chino tuviera una mayor influencia sobre el mundo, sería distinta a la subordinación prácticamente absoluta, humillante, que han tenido tantos pueblos respecto de la intervención, primero del imperialismo británico y después del imperialismo estadounidense”.

La falta de respuestas coordinadas de los gobiernos de América Latina ante la llegada del COVID-19 a la región -como resultado de los esfuerzos de la derecha regional e internacional por desarticular los organismos de integración que apuntalaban crecientemente la independencia y la soberanía latinoamericana-, nos llevó a preguntar a nuestro entrevistado sobre si, en medio de la actual crisis, existe la posibilidad de coordinar esfuerzos o reactivar instancias para lograr respuesta latinoamericana a la situación.

Al respecto, Carlos Raimundi afirmó que, en tanto los organismos de integración regional latinoamericanos no alcancen un grado de desarrollo mayor “de niveles de supranacionalidad, de institucionalización, que se autonomice de la voluntad particular de los estados” entonces “la conducta del órgano de integración va a responder a la lógica, filosofía o perfil de los estados miembros”. Y que con el cambio del mapa político regional, hoy inclinado a la derecha, resurgió el organismo más estructurado en la región, la OEA, que lamentablemente ha tenido una actitud caracterizada por “la indiferencia, el silencio, la apatía y la inacción frente a esta pandemia” teniendo en cuenta que es un organismo con instituciones estructuradas e importante desarrollo tecnológico “como para poder coordinar esfuerzos en vez “de ocuparse de voltear gobiernos democráticos”.

En ese mismo sentido, Carlos Raimundi enfatizó “o la política y la integración están al servicio de los intereses del capital financiero globalizado, que es lo que ha hecho hasta ahora la OEA; o al servicio del humanismo, de la humanidad, de la defensa de la naturaleza” y agregó que esas fueron preocupaciones de la Unasur y de CELAC, del Alba y de Petrocaribe, “pero al haberse debilitado esos organismos vamos a necesitar la recuperación de gobiernos nacionales, populares y progresistas en la región para que esos mecanismos también se puedan relanzar y volver a fortalecer”.