Por Carlos Raimundi para LaTecla Eñe

La influencia de las ONGs en la construcción de subjetividades lleva a muchos sectores a enamorarse de ciertas organizaciones de la sociedad civil que predican causas loables, cuando en realidad están financiadas desde el Departamento de Estado de los EE.UU. para desestabilizar nuestros procesos populares.

Allá por 2011, Álvaro García Linera publicaba “El oenegismo, enfermedad infantil del derechismo”, en alusión a la obra en la cual Lenin, en 1920, acusaba a las fracciones de extrema izquierda de frustrar la verdadera revolución socialista a partir de que, pese a sostener premisas justas, se posicionaban erróneamente desde el punto de vista político. Para García Linera, ese razonamiento, traído al presente latinoamericano y mundial, lleva a muchos sectores a enamorarse de ciertas organizaciones de la sociedad civil que predican causas loables, cuando en realidad están financiadas desde el Departamento de Estado de los EE.UU. para desestabilizar nuestros procesos populares.

Para evitar el tremendo desprestigio de haber promovido y sostenido a las dictaduras latinoamericanas más sangrientas durante los ´70 y ´80s, los EE.UU. comenzaron a diseñar la doctrina de los golpes blandos. Es decir, la aplicación del mismo proyecto económico de las dictaduras, con las mismas consecuencias en términos de desestructuración social y productiva, pero con menor grado de masividad en la crueldad explícita que habían ejercido. El genocidio de las poblaciones traducido en despojo, hambre, desempleo y exclusión, tendría lugar más lentamente.

Esta vez, en lugar de intervenir los territorios de manera directa a través de tanques, campos de tortura y desaparición, lo harían de manera indirecta: la ocupación de las mentes, la preparación psicológica para dejar el terreno allanado a la posterior intervención. Numerosas ONGs (Organizaciones No Gubernamentales), se instalarían en nuestra región y serían financiadas por la agencia del Departamento de Estado USAID (United States Agency for International Developement), con el objetivo de –paradójicamente- desestabilizar gobiernos populares con la finalidad de “fortalecer las democracias”. El camino es preparar a los llamados ´agentes de cambio´, escritores, periodistas, empresarios, dirigentes sociales, políticos y sindicales y más recientemente las redes sociales, para que, bajo la apariencia del apoliticismo y la procura de nobles ideales, penetren capilarmente en diversos rincones de la sociedad sembrando la desconfianza en la política y la acción estatal. Al principio, la comunicación no será confrontativa, tendrá una alta apelación a lo emocional, a la sensibilidad de las personas, para –en una fase ulterior- ir creciendo en la instalación del malestar, el rechazo y la agresión.

Las tres instancias que los EE.UU. utilizan para su política injerencista –la fuerza militar, la diplomacia y la infiltración en la sociedad civil- están estrechamente combinadas. La OTI (Office of Transition Initiatives, dependiente de USAID) actúa en absoluta combinación con múltiples fundaciones como Freedom House (con sede en Washington y oficinas en doce países latinoamericanos), Developement Alternatives Inc. (DAI, encargada del financiamiento), la Fundación Nacional para la Democracia (EE.UU.), la Fundación Panamericana para el Desarrollo, Students for Liberty en Brasil, la Fundación Libertad (ONG sin fines de lucro que alista numerosas empresas, además de personalidades como José María Aznar, Mario Vargas Llosa, Carlos Montaner, Sebastián Piñera o Mauricio Macri), RAP (Red de Acción Política, que se propone la ´amistad cívica´ entre dirigentes argentinos para construir grandes consensos trasversales alrededor de las bases del neoliberalismo), la Fundación Nueva Democracia y Ríos de Pie (´Standing Rivers´) en Bolivia, miembro de la red internacional ATLAS, o la fundación Eleutera, en Honduras, entre tantas otras. Desde esos lugares, trabajan en proyectos como políticas para las mujeres, mejoras en los barrios, el procesamiento de residuos. En fin, tareas dirigidas a instalar en el imaginario social una idea general del bien común, del ´beneficio para todos´ siempre escindidas y en la mayoría de los casos opuestas a la acción del Estado. Precisamente porque su objetivo es deteriorar la percepción del sentido común de la sociedad sobre el Estado y sobre todo lo relacionado con lo estatal. De modo de acortar el camino hacia la mayor destrucción posible de los líderes políticos que administran el Estado con un sentido de auto-determinación. 

¿Cómo nace y se desarrolla el proceso?

El último golpe clásico fue el que intentó destituir a Hugo Chávez en abril de 2002. George W. Bush reconoció de inmediato a Pedro Carmona como presidente de facto, pero tuvo que retrotraer rápidamente esa decisión cuando el vacío de apoyo a los usurpadores y la movilización popular restituyeron a Chávez en su cargo. Luego de que el embajador estadounidense reconociera el fracaso de esa estrategia, el Departamento de Estado emitió el cable secreto 3356 de 2006, que establecía explícitamente el cambio de los procedimientos clásicos por una nueva fórmula para ejecutar el injerencismo a través de USAID. Sus cinco puntos muy concretos indican: a) fortalecer las instituciones democráticas que Chávez ha desmantelado; b) penetrar las bases de Chávez; c) dividir al chavismo; d) proteger los intereses económicos vitales de los EE.UU.; e) aislar a Chávez internacionalmente.

A partir de ese momento comenzaron a desplegar la nueva metodología en toda América Latina. En 2007, inmediatamente después de asumir la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner en la Argentina, y luego de haber fracasado en el episodio conocido como “los fondos de Santa Cruz”, pasaron a la ofensiva mediática instalando dos casos de supuesta corrupción: el caso Skanska y las valijas de Antonini Wilson. Siguiendo a pie juntillas las etapas del golpe blando enunciadas por Gene Sharp en “De la dictadura a la democracia”, iniciaron su técnica de desgaste a partir de sembrar dudas y malestar en la población acerca de la probidad del gobierno. El plan se intensificó en 2008 cuando en ocasión de la resolución 125 que imponía retenciones móviles a la exportación de soja, los medios hegemónicos se plegaron a la protesta de las patronales agropecuarias, para pasar a su segunda fase: la ocupación del espacio público. En clara muestra de parcialidad informativa, las cadenas dominantes calificaban de perturbación y vandalismo los reclamos de los movimientos sociales, pero legitimaban los cortes de ruta de las entidades rurales que desabastecieron la provisión de alimentos durante varias semanas.    

En ese mismo año 2008 tuvo lugar un levantamiento sedicioso en Bolivia –finalmente aplacado- encabezado por los gobernadores de los cuatro departamentos orientales, con el respaldo de algunas de estas ONGs adiestradas y financiadas desde el exterior. Y en 2010, agrupaciones indígenas en las que también estas ONGs se habían insertado, protestaron enardecidamente contra la decisión del gobierno nacional de construir una carretera para conectar los departamentos de Beni y Cochabamba.

En junio de 2009, un golpe palaciego derrocó al Presidente democrático hondureño Manuel Zelaya. Aquí, mientras desde el campo popular se levantaban las primeras voces de alerta, Mirtha Legrand decía: “no me interesa nada Honduras, qué nos interesa Honduras a nosotros”. Lo que en verdad ocurría era el ensayo del primer golpe blando de la región. En septiembre de 2010 se perpetró un intento de golpe policial contra Rafael Correa en Ecuador, quien ya arrastraba una relación tensa con los movimientos indígenas de su país, donde las ONGs del tipo de las mencionadas venían realizando un intenso trabajo de penetración. Y en junio de 2012 se produce el golpe parlamentario que termina con la presidencia de Fernando Lugo en Paraguay.

En otras zonas del planeta, los EE.UU. también pagaron un costo demasiado elevado, como, por ejemplo, debido a sus intervenciones en Irak y Afganistán. Siempre en nombre de valores democráticos, quebraron sus Estados para saquear sus recursos, al precio de la muerte de decenas de miles de inocentes. Por eso, a partir de 2010 encubrieron su injerencismo en el norte de África bajo la apariencia de una remozada “primavera árabe”. Prepararon el desgaste de los gobiernos nacionales de Libia, Túnez y Egipto. Luego, a través de la prédica subyacente de ONGs, medios de comunicación y redes sociales, pasaron a la fase de ocupación de la calle. Y finalmente, bajo el aspecto de movilizaciones populares con afanes libertarios, acabaron con sus liderazgos políticos para tomar el control de la provisión de petróleo.

El costo internacional no fue elevado, porque se habían ocupado de tornar casi irrefutable el desprestigio de líderes como Muamar Kadafi. Y a partir de ello el mismo camino ensayaron en América Latina sobre las figuras de Hugo Chávez y Cristina Fernández de Kirchner. Cuando la Presidenta argentina intervino la vieja SIDE (Secretaría de Inteligencia del Estado) en diciembre de 2014, el desquite de los desplazados a través de sus conexiones con el sistema internacional de espionaje no se hizo esperar. De inmediato, utilizaron la figura del fiscal Alberto Nisman –y luego la muerte de este último- para denunciar a la Presidenta como jefa de un plan criminal internacional en asociación con lo que denominaban el estado terrorista de Irán. Ante la invulnerabilidad interna de la Presidenta, propiciaron el desgaste de su figura a partir de su estigmatización por parte de la prensa internacional.

En Brasil, la restauración neoliberal que quedó consumada con la inhabilitación electoral de Lula para permitir el triunfo de Jair Bolsonaro no se inició con el incausado impeachment de 2016 contra Dilma Rousseff, sino con las sorpresivas movilizaciones de 2013 contra un aumento del trasporte en plena organización del mundial de fútbol del año siguiente, a partir del malestar que se había ido preparando mediante la prédica subterránea de estas ONGs sumadas a congregaciones evangélicas y recubiertas de apoliticismo, en pos de reclamos justos y bienintencionados.

En todo este proceso es fundamental la figura de Lilian Ayalde. Unas horas después de la asunción de Fernando Lugo como Presidente de Paraguay, el senado de los EE.UU. aprobó la designación de Ayalde como nueva embajadora en ese país, quien hasta ese momento se desempeñaba como directora de USAID en Colombia. Desde ese mismo instante comenzó a prepararse la destitución de Lugo, tal como luego sucediera en la práctica. Y, sugestivamente, en 2013 Ayalde asume como embajadora en Brasil.

Por último, el informe del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) titulado “Estados Unidos y la construcción del golpe en Bolivia”, revela el entramado de agencias del gobierno estadounidense, corporaciones privadas, fundaciones, organizaciones no gubernamentales y medios de comunicación que terminó en la renuncia del presidente Evo Morales, pocos días después de su victoria electoral. El detallado ´mapa de poder´ que surge de ese trabajo, confirma el constante pasaje del ámbito público al privado y viceversa (´puerta giratoria´) de agentes que sirven alternativamente a oficinas de gobierno y no gubernamentales. Una suerte de maridaje de intereses destinado a construir y consolidar en América Latina las herramientas para generar un discurso con fuerza de verdad, debido a la cantidad de veces que se lo repite (´Evo dictador´, ´Lula corrupto´, ´Cristina chorra´). Tanques de pensamiento que modelan el pensamiento y la acción de comunicadores, jueces y otros agentes de la sociedad civil para propagar la falsa noticia de un hijo no reconocido de Evo Morales, más tarde criticarlo por no haber aceptado ayuda extranjera por la quema en el Amazonas, y finalmente instalar la idea de que el gobierno boliviano era autoritario.   

El oenegismo y la construcción de subjetividad

Para imponer un cambio del modelo autónomo que intentaban estos gobiernos de la región por la restauración financiera neocolonial, había que trabajar perseverante y enmascaradamente sobre el humor colectivo. No ya bajo la coerción directa de los golpes militares, sino a través de la incidencia indirecta que ejercen los aparatos ideológicos de los poderes fácticos para generar canales espontáneos de aceptación. Atacando la figura de sus líderes. En el caso de la Argentina, convenciendo de que la libertad de cambio es para que los sectores medios puedan ahorrar en dólares y no para que los grandes capitales saqueen el país. Convenciéndonos de que la política es el único ámbito corrupto, de que los sectores medios y populares deben estar enfrentados, de que la militancia política es algo sucio, de que el Estado es inservible, y por eso hay que vaciarlo y privatizarlo, para que nunca más acumule poder para controlar al capital globalizado. Y para que las fuerzas populares nunca más logren ser una opción política.

Para ello, había que inocular a nuestras sociedades, con la sutileza y el profesionalismo con que el poder sabe hacerlo, una mirada preponderantemente colonial, que desdeñe la noción de soberanía y muestre a la idea de integración regional como mera retórica, de modo de justificar su alineamiento al capital financiero. Y este no podría ejercer tamaña tarea, sin un proceso paralelo de construcción de subjetividad. Esto es, un entramado de necesidades, deseos y relaciones que configuran todo un modo de interpretación de la realidad, de manera que una porción significativa de la opinión pública termine por legitimar el modelo de dominación. El desarrollo de las cadenas hegemónicas de medios de comunicación de masas tiene una relación orgánica con este orden mundial.

La comunicación no sólo expresa sino que organiza el movimiento de la globalización. Al comunicar, crea subjetividades. Las industrias de la comunicación encargadas de integrar lo imaginario y lo simbólico, ya no sólo están al servicio del poder, sino que son uno de sus factores constitutivos más importantes. La maquinaria de subjetividad colonial interviene sobre los elementos de la relación comunicativa, disolviendo la identidad y la historia de una manera totalmente postmoderna. Intenta crear un sujeto fragmentado. Al asociar capitalismo con libertad y a esta libertad, a secas, individualista, anti-solidaria, supuestamente pluralista aunque profundamente uniformadora, con el desarrollo, adoctrina en el pensamiento único. Al presentarse como un servicio que basa su prestigio en la credibilidad del mensaje, los medios aprovechan para jerarquizar lo novedoso frente a lo importante, lo espectacular frente a lo sustantivo. Así, intentan incapacitar a la sociedad para ser consciente de las consecuencias del modelo de dominación y buscan instalar que toda construcción política será inútil para cambiar las cosas.

Álvaro García Linera se ha ocupado de desentrañar el concepto de sentido común. Se aproxima a él diciendo que se trata de una manera de situarse y entender el mundo que condiciona nuestro modo de actuar, aun cuando parece que lo hacemos con naturalidad y autonomía. La espontaneidad y practicidad de los hábitos, costumbres y prejuicios que rigen el sentido común están previamente configuradas de acuerdo con los intereses, las jerarquías y los marcos institucionales propios de las clases dominantes, debido a la capacidad de éstas para dirigir las herramientas de construcción de sentido dentro de una sociedad.

Para él hay tantos sentidos comunes como miradas sociales, pero siempre hay uno que domina y ordena por sobre los otros. Cuando atravesamos etapas de fuerte impronta conservadora, fracciones de los sectores populares viven bajo condiciones subjetivas de elección y selección de valores que no condicen con las condiciones objetivas de dominación que al mismo tiempo padecen. Sufren como dominados pero piensan la política según los valores impuestos por los sectores hegemónicos. El sentido común dominante ordena las jerarquías de los diferentes sentidos comunes. Por eso, la lucha política es la lucha por la influencia sobre el sentido común. Es una lucha integral y multifactorial por modificar la relación, los mecanismos de acople entre las estructuras materiales de dominación y las estructuras mentales de acción de las mayorías populares. Para que un proceso popular sea duradero, no debe detenerse, a fin de no dar paso a la contraofensiva del viejo sentido común conservador.

Corolario

En 2010, la WikiLeaks, de Julian Assange, abrió a la prensa internacional miles de cables del Departamento de Estado, y en 2013 Edward Snowden hizo lo propio con una profusa información secreta de la Agencia Nacional de Seguridad de los EE.UU., lo que les valió la persecución judicial y el asilo en la Embajada de Ecuador en Londres, y en Moscú respectivamente, convirtiéndolos en enemigos del imperio mucho más peligrosos que los líderes del terrorismo clásico.

Está claro que el imperio tiene asignada una misma estrategia para todo el continente, más allá de su adaptabilidad a las particularidades de cada país. Pero, como en el juego de las escondidas, desde el sur hemos gritado ¡Piedra libre! Ha quedado al descubierto que no basta con obtener el crecimiento económico, la estabilidad financiera y el ascenso social, si tales logros no van acompañados de una politización de la conciencia social para la defensa del modelo que fue capaz de alcanzarlos. Si sólo fuera por lo económico-social, la situación que atraviesa el pueblo venezolano ofrecería mejores condiciones para un golpe de Estado. Sin embargo, éste se produjo en Bolivia, con una de las mejores economías de la región. Es decir que falta trabajar en la construcción de un sistema de información al servicio de los gobiernos populares y de la formación democrática y popular de las fuerzas armadas y de seguridad, como complemento de las metas económico-sociales conseguidas. 

Además, disputar no sólo la economía, sino también el campo de interpretación simbólica de la sociedad, por un lado, y, por otro lado, situar a determinadas ONGs como agentes políticos activos y no como promotoras asépticas de loables objetivos sociales, así como su estrecha conexión con fuentes de financiamiento y tanques de pensamiento de los EE.UU., implica un avance muy relevante de nuestra agenda pública. 

El nuevo gobierno de Argentina tiene como prioridad la resolución del hambre y la pobreza, y la reprogramación de su abultado endeudamiento, dos caras de una misma medalla. No obstante, hay una tercera meta sin la cual se tornarían imposibles las dos anteriores: impedir la desestabilización que por distintas vías intentarán los intereses que se sientan afectados por las nuevas políticas a aplicar. Desestabilización interna y externa. Combinar intensidad para desactivar los nudos de poder que están al acecho desde antes de su asunción, con inteligencia para neutralizar su capacidad neogolpista, es quizás una de las claves centrales del nuevo gobierno, que ha despertado tanta esperanza social, y que a su vez demanda una profunda madurez de todos los actores.

Buenos Aires, 18 de diciembre de 2019

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