La última encuesta de pobreza de la UCA podría plantearse en dos planos. Uno más más táctico y es que nada de lo que pase desde ahora hasta las PASO y las elecciones generales estará despojado de objetivos electorales. Sea un fallo judicial, la marcha por un juez, una denuncia de inseguridad o una encuesta de pobreza. Todo estará hecho claramente contra las políticas oficiales. Cada uno podrá luego creerle a la UCA, está en su derecho. Pero lo que nadie puede dudar es que detrás de estas operaciones hay un objetivo muy concreto que es político electoral.


El otro plano es conceptual. Y surge del error fundamental de medir intencionalmente la pobreza en un contexto como el de nuestra región, únicamente en términos de los ingresos nominales declarados de manera individual. ¿Cómo tomar ese indicador desde la oposición? Se compara el valor de la canasta que denuncia Patricia Bullrich con algún otro valor de la CTA de Pablo Micelli, y con eso se fabrica un índice de pobreza para una portada con letra de molde.


Pero la realidad argentina es muchísimo más rica que eso. ¿Por qué? Porque no se puede dejar de medir en términos de todos los bienes públicos a los que han venido teniendo un creciente acceso los sectores más humildes durante todos estos años. No se puede medir seriamente la condición socioeconómica sin tomar en cuenta los avances en cloacas y desagües, el acceso al agua potable en el conurbano bonaerense o al sistema eléctrico interconectado en el norte del país.


Aun tomando en cuenta el ítem de ingresos, es incorrecto tomar un solo indicador individual por fuera de los ingresos familiares, del acceso a planes de inclusión, del monotributo social, del programa Re-Pro para no despedir personal, de los estímulos a la pequeña y mediana empresa y de tantos otros instrumentos de política pública.


Otras vertientes de ingreso indirecto que no mide esa pobre encuesta se expresan en los subsidios a la tarifa eléctrica y al transporte público, en el acceso gratuito a una computadora por el Plan Conectar Igualgad, una computadora que, comprada en el mercado por una familia con más de un niño en edad escolar hubiese afectado significativamente su nivel de ingresos. Otro bien fundamental cuya accesibilidad saca de la pobreza más allá de una remuneración personal tomada al tanteo -que es lo que hizo la encuesta- es el incremento sustancial de la tasa de escolaridad.


Desde luego que subsisten núcleos de pobreza. Pero una cosa es que ese núcleo de pobreza exprese una tendencia incremental, o que se trate de los nichos aún no alcanzados por una fuerte política de inclusión. Además, es en los mismos sectores de la sociedad que la encuesta traduce como empobrecidos en el último tiempo, donde mayor adhesión cosechan las políticas oficiales. Entonces, ¿son éstas tan malas?, ¿dan o no resultado contra la pobreza? ¿En qué quedamos?


En fin, el simple propósito de estas líneas es complejizar el inmerecido y deliberado simplismo y torpeza técnica de la que se valió un sector político –travestido de académico- como la UCA, para justificar un nuevo título de portada con el fin de enrarecer el clima político-electoral.


Diputado Nacional FpV

Publicado en La Tecla Eñe
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