En el actual contexto de crisis del capitalismo y avance de América Latina, también intervienen otros protagonistas. Rusia no se deja amedrentar por las sanciones de "Occidente" y decide participar activamente en una nuevo reparto de zonas de influencia a nivel mundial. Asiló a Edward Snowden, agente arrepentido de la Agencia Nacional de Seguridad de los EE UU tenazmente perseguido por ese país, detuvo en Naciones Unidas la intervención militar estadounidense en Siria, y separó a las provincias de Donetsk y Lugansk de la Ucrania pro europea. En todos estos casos, ha contado en Naciones Unidas con el incalculable apoyo del voto chino, al mismo tiempo que, en su economía interna, ha dejado de utilizar los sistemas occidentales de crédito Visa y Mastercard, para pasar a utilizar la China Union Pay, que ya cuenta con el mayor número de usuarios en el mundo.

Ante la negativa del alicaído G-20 de reformular la estructura de los organismos financieros de posguerra (con un 15% del PBI mundial, su poder de voto no alcanza al 4% en el FMI), China apoyó –también lo hizo Rusia– la tesis argentina de impulsar la regulación del capital financiero internacional, al mismo tiempo que mantiene asociaciones económicas con 67 países y cinco organizaciones regionales, y ha firmado swaps con 25 bancos centrales del planeta. China y seis países de Europa central y oriental constituyen, a su vez, una zona de cooperación en energía e infraestructura. Sus ferrocarriles avanzan en toda la península indochina. La "Ruta de la Seda", una extensa área de comercio, transporte multimodal y abastecimiento energético conecta el extremo oriente con Europa a través del territorio ruso e involucra a la India. Si los lazos entre China e India se aceitaran aún más, las instituciones financieras controladas por los EE UU dejarían de ser las más influyentes en el mundo, así como Japón, Corea del Sur y Hong Kong ya no controlan el comercio del Pacífico en nombre de los intereses estadounidenses. Respecto de Latinoamérica, China construye un canal interoceánico al sur de Nicaragua, que cambiará drásticamente la ecuación comercial hasta hoy dominada por los EE UU a través del Canal de Panamá. Y capitales brasileños aportan la inversión principal para la modernización del puerto de Maciel, a 45 km de La Habana, ciudad que estará comercialmente cada vez más activa.

Si bien se escabulleron 90 mil millones de dólares de sus reservas en pocas semanas a partir del aislamiento comercial y la baja del precio del crudo es utilizada como presión de los mercados occidentales sobre ella, Rusia aumenta su influencia geopolítica en esta reconfiguración de bloques de poder. Es así como encabeza la Unión Económica Euroasiática, y acaba de acordar con China la supresión del dólar para el comercio bilateral.

CUBA. A escala de nuestra región, quien permanecía aislada en términos económicos tradiconales era Cuba; pero, en términos políticos, es precisamente su opresor –el imperialismo estadounidense– quien padece una profunda crisis de legitimidad. El papel del Papa Francisco con relación al tema, merece, por su parte, una serie de reflexiones que exceden a este trabajo.

En definitiva, el mundo está ante una nueva ecuación de poder. Ya no es el mundo unipolar que sucedió a la caída del Muro, sino un mundo en el que aparecen nuevos actores, tanto en lo económico como en lo político. Y esto confiere a los gobiernos populares de América del Sur un margen mayor para aplicar políticas autónomas y establecer alianzas.

Por eso, cuando me han preguntado si el pueblo cubano será capaz de resistir una eventual reincorporación al capitalismo, me tomo de los siempre sabios conceptos de la periodista internacional Stella Calloni. Según ella, si los últimos acontecimientos se hubieran producido en el contexto del neoliberalismo, tal vez la respuesta hubiera sido afirmativa y desesperanzadora. Pero como se producen en un contexto de gobiernos populares en la región, en un clima de reafirmación de la integración, de más la Unasur, Petrocaribe, ALBA, moneda regional, todo esto va a ayudar a Cuba a resistir las tentaciones a las que seguramente será sometida. Hay fuerza política en la región, hay capacidad política en la dirigencia cubana, y fundamentalmente, hay mucha convicción, dignidad y autoestima en su pueblo, como para afrontar este proceso con inteligencia.

En una reciente visita a la ciudad de Bayamo, Cuba, para una conferencia en la Universidad de Granma, pude corroborar una vez más –además de la alta formación de los estudiantes y los docentes– que ante la remanida noción de "pobres cubanos, en Cuba falta esto y lo otro…", el pueblo cubano sabe perfectamente todo lo que le falta. Pero esa no es la cuestión central. La cuestión central es que su cultura revolucionaria, renovada y vigente, le permite saber también que su felicidad no depende de poseer automóviles de alta gama. No lo digo ingenuamente, desde una mirada "naif". El pueblo cubano es un pueblo alegre, aunque no cambie el celular cada tres meses. Creo, inclusive, que es más alegre aún que aquellos a quienes la colonización cultural del capitalismo los conmina a creer que encontrarán su identidad en un celular de último modelo. Además de todos los avances políticos y económicos de nuestra región, además de la enorme ampliación de derechos del llamado "giro descolonial" que estamos protagonizando, está en debate la creencia misma de cuáles son los parámetros para medir la pujanza y la grandeza de un pueblo. ¿Se trata nada más que de los parámetros materiales, tal como nos adoctrinó la colonización cultural del capitalismo desenfrenado? No necesariamente. El concepto de "buen vivir" acuñado en las nuevas constituciones de Bolivia y Ecuador, dan cuenta de una idea de la felicidad mucho más abarcadora que lo meramente material.

Tanto a nivel mundial, como regional y nacional, estamos en medio de un proceso muy intenso, apasionante. No está garantizado su "final feliz", que, por otra parte, es una construcción y no una categoría prestablecida. Pero sí sabemos que se nos ha abierto un espacio para luchar por la igualdad, algo que en el pasado no muy lejano pensábamos inascible. En los años noventa el mundo iba en un camino único hacia el puro materialismo, inmersos en una cultura según la cual eran el frenesí por el consumo y el individualismo los valores que iban a gobernarnos inexorablemente.

Hoy estamos tratando de construir un mundo, una región y una Argentina sobre otros valores. Vemos en un horizonte más cercano valores como la igualdad y la solidaridad. No dicho en términos románticos –aunque ¿por qué no?– sino también éticos y políticos. Una vez derrotada recientemente en los comicios de Bolivia, Uruguay y Brasil, la derecha hará lo indecible para interrumpir el proceso argentino. Y, una vez más, nuestro pueblo les dirá que no está dispuesto a volver al trágico pasado que nos proponen.

Publicado en Tiempo Argentino: http://tiempo.infonews.com/nota/142289/los-hechos-de-cuba-y-su-contexto