Una vez sorteada esta dificultad, con conciencia y capacidad de organización, podremos ser protagonistas de la epopeya que anhelamos desde hace tanto tiempo.

En definitiva, es precisamente este ciclo virtuoso de autonomía financiera e inminente autoabastecimiento energético (previsto para el próximo quinquenio), lo que intensifica la virulencia de los factores de poder mundial frente al desafío de independencia relativa de criterio y dignidad nacional planteado por el proyecto que conduce la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

La Argentina, en el marco de una situación congruente de toda la región, atesora el tercer acuífero de agua dulce más grande del subcontinente, la primera cuenca de litio, la segunda reserva de gas y la cuarta de petróleo no convencionales, además de sus reservas convencionales en el territorio y en su litoral atlántico, yacimientos de nuevos minerales, centrales nucleares, represas en construcción y un gran potencial de despliegue de energías mal llamadas alternativas, como la eólica. Dicho potencial, en el marco del desendeudamiento y la autonomía financiera, la sitúan en una inmejorable plataforma de lanzamiento hacia un futuro venturoso.

Pero el poder real también lo sabe, y es en este punto donde nuestras principales virtudes se convierten en el presente escollo, desde el momento que nos encontramos ante la confirmación de un nuevo paradigma de desarrollo. Es precisamente este punto, este lugar, este tramo del proyecto nacional y popular, el eje de una disputa entre los propios factores de poder mundial: aquellos que aceptan financiar un proceso de desarrollo en convivencia con las soberanías estatales –en este caso la nuestra– y aquellos que buscan desangrar cuanto antes las soberanías estatales, que se constituyen en un estorbo difícil de franquear para sus intereses, entre las cuales nuestro país se ha convertido en poco menos que un símbolo.

De aquí la tremenda presión de los grupos internos, su intento de que se desmadren los precios internos, su especulación a la hora de liquidar divisas, su pugna por devaluar el peso y secar las reservas del Banco Central. Y de aquí que esos mismos grupos internos, entre los cuales las cadenas hegemónicas de medios operan como una palanca central, sean los portavoces de los fondos buitre que acechan nuestra soberanía.

Este es el eje de la disputa. El juez Griesa no está senil ni es un loco que se está cargando en contra a una parte importante de las organizaciones internacionales y gobiernos soberanos. Es una pieza central de un engranaje mucho mayor, vinculado a los intereses financieros más concentrados, las empresas de petróleo y los comerciantes de armas. Y, en términos políticos, a la derecha más extrema representada por el Tea Party dentro del ala republicana de los EE UU (aunque Robert Shapiro y Nancy Soderberg, y Robert Menendez y Marcos Rubio, miembros de la Task Force americana, pertenecen al partido demócrata) y a la desestabilización, por distintas vías, de los países emergentes. Es decir, en el fallo de Griesa hay un claro objetivo monetario, cuantificable, que está dado por el cobro de la totalidad de los bonos espuriamente comprados por Paul Singer y otros fondos de inversión de sesgo netamente usurario. Pero ese objetivo económico se inscribe en un marco político mucho más amplio, vinculado al rol que debemos tener a futuro los estados soberanos, los gobiernos populares, los pueblos, las democracias: pugnar en esa batalla frente a los poderes fácticos más concentrados, o caer definitivamente bajo sus garras.

CORRELATO EN LA POLÍTICA NACIONAL. LA NECESARIA UNIDAD DEL CAMPO POPULAR LATINOAMERICANO. Fuera de todo fundamentalismo ideológico, sino como resultado del análisis político que realizamos, los códigos procesales nacionales y el proyecto de reforma al código civil y comercial deben restringir de manera absoluta la posibilidad de que sea prorrogada la jurisdicción nacional, tal como sucediera en el pasado, es decir, la posibilidad de que un tribunal extranjero decida sobre los destinos de nuestro país.

Otro de los desafíos de la Argentina y la región frente a una relación más intensa con nuevos actores globales como el Grupo BRICS, y frente a los acuerdos estratégicos establecidos a partir de las visitas de Vladimir Putin y de Xi-Jimping, es afrontarlos a partir de criterios conjuntos capaces de prevenir y evitar los perjuicios que ya conocemos de la relación centro-periferia. Por el contrario, el invalorable eje de cooperación Sur-Sur que supone esta nueva relación y los recientes acuerdos, deben transformarse en un círculo virtuoso gobernado por el criterio de ganar-ganar, esto es, de ampliar el universo de ventajas para ambas partes de la relación. Y asimismo, para fortalecer el marco de acuerdos regionales para vincularnos con otras áreas de la gobernanza mundial.

Las autoridades argentinas están actuando con idoneidad técnica y dignidad política. Todos los sectores de la vida nacional deberíamos encolumnarnos detrás de los grandes lineamientos del proyecto nacional –no únicamente gubernamental– tales como el aprovechamiento de nuestra posición geopolítica capaz de unir la región con el Pacífico, la autonomía financiera, el autoabastecimiento energético, el desarrollo industrial y tecnológico, el mercado interno, el empleo formal, la inclusión social, el incremento de derechos.

Así, una vez sorteada esta dificultad central que atravesamos, con mucha conciencia y capacidad de organización y movilización popular, podremos ser protagonistas de una epopeya que nos llevará definitivamente a la grandeza que anhelamos desde hace tanto tiempo.

Publicado en Tiempo Argentino
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