Columna del 11 de junio en 7.0, el programa de D´Elía y Cofre, por Radio Cooperativa


Breve y conciso, para continuar con la idea que venimos desarrollando en sucesivas columnas sobre la distribución del ingreso y de la riqueza, y el desafío de traspasar ciertos límites estructurales que impone la etapa, el propio modelo.

Primero, distinguir entre distribución del ingreso y de la riqueza. Son conceptos diferentes. El ingreso tiene que ver con lo remunerativo, salarios, renta, con los recursos que circulan.

La estructura de la riqueza tiene que ver con cómo se conforma el producto nacional, está vinculada a un elemento más estático, que es la propiedad.

Los países que tienen una estructura de la riqueza más distribuida, necesitan menos políticas redistributivas, porque la cuestión de la riqueza ya está más equilibrada en la base. Pero cuando hay procesos muy, muy concentrados, como en los países dependientes como el nuestro, hay que llevar a cabo más políticas redistributivas.

No voy a referirme a casos como los de Bolivia y Venezuela, que son quizá los más emblemáticos, sino a nuestro gobierno, que aplicó políticas redistributivas importantes. Hubo una recuperación del sistema previsional; un desendeudamiento que indudablemente afectó parte de la renta financiera externa. Porque los sectores financieros hacen muchos más negocios cuando hay un país subordinado al esquema financiero internacional, que cuando hay un país autónomo. Ahora toca trabajar sobre la renta financiera interna. La recuperación de YPF implica un proceso de recuperación de la renta petrolera. Y en este rubro se ha recuperado una política nacional sobre el petróleo, como lo prueba la reciente reunión de la Presidenta con las provincias petroleras, en pos de una interlocución con las petroleras de nivel nacional, ya que el hacerlo cada provincia por su lado, las torna más vulnerables. Las retenciones, por su parte, atacan a la renta sojera, y creo que falta trabajar mucho sobre la renta de otras industrias extractivas como la minería, sin ninguna duda.

Para ser gráfico, la diferencia entre ingreso y riqueza podría compararse en términos económicos con la diferencia entre flujo y stock. Una cosa es el capital y otra el flujo de caja. Ahora bien, cuando se ha trabajado mucho sobre el ingreso, se mejora la situación de muchas personas, y, al mismo tiempo, aparecen nuevas demandas a resolver.

Si no hay empleo, no aparece en agenda el problema del trasporte público, porque las calles están vacías. Si no hay dinero para comer, no aparece en agenda el tema de la vivienda o de la infraestructura. Pero una vez sorteadas esas demandas fundamentales y vitales, que son el hambre y el trabajo, se hacen presente nuevas demandas, que pueden ser, incluso, más difíciles de resolver.

Las políticas de redistribución son diversas: la redistribución personal tiene que ver, por ejemplo, con el ingreso ciudadano, la asignación por hijo, o con la movilidad jubilatoria; la redistribución social tiene que ver, por ejemplo, con mejorar los hospitales; la redistribución funcional, es decir, alentar determinado tipo de industria; o la redistribución geográfica, que consiste en atender a los lugares del país más postergados. Hay distintas políticas de redistribución, y obviamente, la tendencia de la política nacional de la última década fue en esa dirección.

Ahora bien, cuando ya se hizo mucho y, no obstante eso, se tropieza con límites estructurales de la estructura productiva, de comercialización, de exportación, entonces, se debe afrontar la cuestión de la estructura de la riqueza, no solo de la redistribución de los ingresos.

Llega un momento en que se torna imprescindible intervenir sobre la matriz productiva del país, y la matriz tributaria, que son asignaturas pendientes. Y aquí, el Estado tiene un papel fundamental. No por fundamentalismo estatal, sino por lógica, por análisis.

Otro ejemplo lo constituye la renta financiera. Si los bancos, que estaban vaciados después del corralito y de la fuga de capitales, hoy están recapitalizados y están acumulando una enorme renta, es gracias a la política económica del gobierno popular. Fue el actual gobierno quien incrementó la capacidad de ahorro de la población y, por lo tanto, el pertrechamiento de los bancos.

Por ello, si el dinero depositado en los bancos lo es gracias a la política pública, quien tiene que orientar la renta financiera es el Estado.

Estos son algunos de los desafíos que presenta el modelo actual: al arribarse a determinados límites estructurales que impone la matriz productiva y la matriz tributaria -y una estructura de la riqueza muy concentrada-, es necesario intervenir sobre esa matriz, porque de otro modo, ese mismo esquema de propiedad privada de la riqueza nos puede hacer ir hacia atrás.