El diputado electo Carlos Raimundi evalúa el futuro de la relación entre el PJ y los sectores de centroizquierda afines al kirchnerismo.
Referente del espacio Nuevo Encuentro que lidera Martín Sabbatella, Carlos Raimundi fue electo diputado nacional por la provincia de Buenos Aires en la lista del Frente para la Victoria. De origen radical y fundador del ARI, a comienzos de este siglo, se mostró más cercano al gobierno nacional luego de la derrota electoral de 2009. En la entrevista con Debate, defiende las recientes políticas de restricción del mercado de cambio y la supresión de subsidios tomadas por la gestión de Cristina Kirchner. Además, sostiene la necesidad de avanzar en “la formación de un sujeto político que esté a la altura de la agenda política que fija la Presidenta”.
¿Qué análisis hace de lo que ocurrió en las semanas posteriores al triunfo de Cristina Kirchner, con el avance en la eliminación de subsidios y un mayor control del mercado cambiario?
Hay un refuerzo muy notable de la legitimidad de la Presidenta, que debe ser útil para la consolidación de su liderazgo tanto en el proceso nacional como en el escenario regional, como quedó demostrado en la cumbre del G-20 en Cannes. Pero desde las 18.01 del 23 de octubre, la derecha, las corporaciones y los medios hegemónicos iniciaron una nueva fase en su estrategia, que ya no pasa por la búsqueda de unificar la oposición política, sino en tratar de forzar a que la Argentina regrese a la ortodoxia económica y financiera. Sin embargo, la respuesta fue la obligación de liquidar divisas en el país por parte de las mineras y las petroleras.
¿Cómo calificaría esa decisión?
Es una medida de corte progresista. El control de cambios significa ir resituando a la Argentina en un marco de soberanía monetaria. Además, está en sintonía con lo que están haciendo todos los ministros de Economía y los presidentes de Bancos Centrales de los países de la Unasur, con el avance hacia la creación de una canasta regional de monedas y el desplazamiento del dólar de las operaciones comerciales en nuestros países. Tal vez haya faltado alguna sintonía fina en su implementación, que evitara que los pequeños ahorristas que necesitaban comprar dólares fueran usados por los monopolios del tráfico de divisas como pantallas. Pero son detalles que ya han sido corregidos.
¿Y en relación a la eliminación de subsidios?
Hay una franja de subsidios que es equitativa y justa, pero otra que es inequitativa e injusta, como lo veníamos diciendo en cada discusión del Presupuesto. Nosotros planteábamos que había que personalizar, porque es mucho más justo subsidiar la demanda que la oferta. En ese sentido, el ejemplo de la tarjeta SUBE es clarísimo, porque permite detectar el flujo de pasajeros que tiene cada empresa. Con estas medidas de mayor control de cambios y de ahorro fiscal, en el marco de una crisis mundial, se restringe por el lado que se tiene que restringir, porque son maneras de tocar la renta financiera, aunque quedan muchas cosas por hacer.
¿Qué lecturas hace de la elección de Nuevo Encuentro en la provincia de Buenos Aires?
Nosotros elegimos el camino difícil de interpelar a un sector de la sociedad diciendo que nos sentimos parte del proyecto nacional, pero que no sentimos que lo mejor que le pueda pasar de aquí en adelante es que este proceso desemboque en la figura de Daniel Scioli. Entonces, marcamos nuestras diferencias. No mido nuestro desempeño en términos de porcentaje electoral, sino en si hicimos o no lo correcto. Y creemos que hicimos lo correcto.
¿Y qué era lo correcto?
Ayudar a la formación de un sujeto político que esté a la altura de la agenda política que fija la Presidenta. Cuando se encuentra frente a una encrucijada, tenemos la certeza de que Cristina toma para el lado de la construcción y la ampliación de la agenda política. Al mismo tiempo, nos deja más dudas sobre la construcción de un sujeto político para la consolidación de esa agenda.
En ese sentido, ¿qué desafíos se plantean en esa relación que se da en el kirchnerismo entre el PJ, las fuerzas cercanas de centroizquierda y los movimientos sociales?
Néstor Kirchner planteó el desafío de la transversalidad, que luego se vio parcialmente defraudado por la actitud de Julio Cobos. Entonces, se replegó en la conducción del PJ y en las listas testimoniales de 2009. Sin embargo, luego de esa derrota electoral, hubo una muy buena administración de la agenda política, que recuperó la épica de la transversalidad, el movimientismo y la juventud reconvocada. Creo que el peronismo tiene que jugar, necesariamente, un rol vertebrador de ese proceso, aunque no me refiero al PJ sino al sujeto peronista. Ahora, en términos de formato político nos gustaría que el PJ vaya cediendo centralidad a manos de todos los movimientos que, aun siendo hijos del peronismo, lo actualizan.
¿Por qué es necesario ese cambio de eje?
Para lograr que esta etapa de Néstor y Cristina no sea transitoria dentro de la historia del PJ, sino que sea una fase fundante de una nueva categoría política, de la que nosotros queremos formar parte desde su propio corazón. En ese marco, un riesgo puede ser la figura de Scioli; o lo que Scioli simboliza. Es muy difícil llevarse mal con Scioli, es un hombre cálido, lo digo desde la confrontación de ideas y de modo no agraviante. Scioli tiene razón cuando dice que estuvo en el momento en el que había que estar. Pero ése es el Scioli conducido. Y en el peronismo hay una distancia sideral entre la condición de conducido y la de conductor.
strong>¿Cuáles son las razones de esa distancia?
Ojala me equivocara, pero creo que Daniel se siente más cómodo en el coloquio de IDEA que en el Espacio para la Memoria, en la mesa de Mirtha Legrand que con Evo Morales. ¿Qué sectores podrían sostener un proceso conducido por Scioli? ¿Cómo se sentiría ese staff mediático que es portavoz del establishment con Scioli? ¿Más cómodo o más incómodo? ¿Y los empresarios a los que se les obliga a liquidar las divisas en el país? En realidad, me refiero a Daniel porque es el gobernador de la provincia más importante, pero también podría mencionar a Juan Manuel Urtubey, por ejemplo. Esas cosas dan la pauta de hacia dónde iría este proceso si, en lugar de ir hacia una profundización del kirchnerismo como categoría política, se desembocara en el fin del kirchnerismo y en la recuperación de la conducción del PJ del proceso nacional.
¿Considera que ese espacio “no pejotista”, para definirlo de algún modo, hoy está maduro para darle sostén a esa “profundización del modelo” a la que aspira?
No sé si estamos maduros, pero sí sé que la Argentina necesita que lo estemos. Ahora, ¿qué significaría estar maduros? Por un lado, leer correctamente la etapa y tratar de armonizar la profundización de la agenda política con la construcción del sujeto. Creo que este momento es apasionante porque se cumple ese viejo sueño, que leía en John William Cooke, de vincular al sujeto de cambio con las ideas de cambio, que históricamente tuvieron tensiones en la Argentina. Hoy, esa vinculación pone al sujeto de cambio y a las ideas en la función de gestionar al Gobierno, y lo saca del lugar de la resistencia.
¿Qué representa ese pasaje?
En este momento, hay una simbiosis positiva muy fuerte y virtuosa entre sujeto y sistema de ideas, que se alimentan mutuamente, y los pone en situación de gestionar el Gobierno. Es lo que no entienden algunos compañeros que se autodefinen como de centroizquierda, porque no distinguen una etapa de resistencia de una de construcción, aun con las contradicciones que podamos reconocer en este proceso. Este paso significa no priorizar contradicciones que son secundarias, tratar de formar parte de un mismo proceso, no anteponer los matices por encima del rumbo general. Pero creo que el liderazgo de Cristina será determinante en la maduración del nuevo sujeto político. Y la Presidenta viene dando señales positivas, como quedó demostrado en la confección de las listas, ya que no se amilanó frente a las presiones de los aparatos.
El sistema de partidos entró en crisis a fines de la década del noventa. De hecho, usted es uno de los dirigentes que rompió con su partido de origen y luego buscó y fundó nuevos espacios políticos. ¿Cree que se puede generar cierta estabilización de ese sistema a mediano plazo?
Está pendiente en la Argentina la conformación de una fuerza de mayorías que exprese una conjunción de la izquierda nacional y popular con ciertos sectores de la izquierda ideológica, del humanismo cristiano, del socialismo. Néstor y Cristina Kirchner han acelerado mucho ese proceso. Y, en ese sentido, otra de las virtudes de esta etapa es el corrimiento que se produjo en el eje de la agenda política.
¿Por qué?
Algunos comparan al kirchnerismo con el primer tramo del gobierno de Raúl Alfonsín, en términos de esa voluntad de la política de interpelar al poder. Alfonsín no consolidó ese proceso, sino que empezó con los Juicios a la Junta y terminó con la Obediencia Debida; empezó con Bernardo Grinspun y terminó con Juan Sourrouille. Por otra parte, cuando dejó el poder en 1989, más del ochenta por ciento de los votos se distribuyeron entre tres opciones de derecha: la conservadora-popular de Carlos Menem; la liberal ortodoxa de Eduardo Angeloz; y la recalcitrante de Álvaro Alsogaray. Y la agenda era la privatización, el Estado mínimo, las relaciones carnales. Eso mostraba el fracaso de ese proceso. Ahora, en cambio, la discusión hoy pasa por la ley de servicios financieros y por si la redistribución de ganancias de los trabajadores debe hacerse por ley o por paritarias.
¿Y considera que puede haber cambios en la postura de la oposición?
Más allá de mis diferencias, con una oposición como la de Hermes Binner, no se está discutiendo con el neoliberalismo. Y se enterró a la derecha más recalcitrante. Tal es así que Macri expresa una suerte de nueva derecha, porque tiene en sus filas a quienes apoyan al matrimonio igualitario o ciertos derechos de género, aunque no toque la estructura distributiva. Entonces, el país se va encauzando hacia una gran coalición progresista y otra conservadora, porque las categorías de derecha e izquierda siguen vigentes.
La nueva agenda legislativa
En diciembre asumirá su quinto período como diputado nacional. ¿Cuáles cree que deben ser los ejes prioritarios de la agenda del Congreso en los próximos años?
La agenda tiene que estar a tono con el estado anímico del 54 por ciento del pueblo argentino. El Congreso no puede ir por otro lado, y eso no implica resignarse a convertir el Congreso en una escribanía. Desde Nuevo Encuentro trataremos de agregarle una agenda propositiva a este proceso de ampliación de derechos. En el medio de una crisis internacional, estas políticas de inclusión van a necesitar financiarse con una mayor apropiación social de las grandes rentas.
¿Qué iniciativas deberían implementarse con ese objetivo?
Será necesario plantearse, con el ritmo que la Presidenta considere necesario, el tema de la renta financiera y una reforma tributaria más progresiva. Desde mi mirada, sueño con un shock productivo, que debe tener como uno de sus ejes centrales el rediseño de la estructura ferroviaria de nuestro país.
¿Qué implicaría esa red?
Creo que generaría un ahorro de hidrocarburos, en un país en que se los dilapida con irracionalidad. Tener una matriz de transporte basada en un recurso escaso complica el panorama a mediano plazo. Además, es necesaria una reubicación de la Argentina como espacio bioceánico, conectando el Pacífico con el polo productivo del Sur de Brasil. No se trata de recomponer la vieja estructura ferroviaria que favorecía la industria extractiva por el puerto, sino en favorecer una reintegración del país, creando nuevos empleos para miles de jóvenes.