Todo contrato que no se cumple deja de ser válido
Estimado lector o lectora, quisiera que me acompañe en la elaboración de un razonamiento que no tengo aún muy sintetizado, pero del cual estoy íntimamente convencido.
Se trata de reforzar los fundamentos que me llevan a comparar lo que está atravesando la Argentina y buena parte de nuestra región con los contenidos y objetivos más profundos de las dictaduras; por ahora no con sus métodos más crueles.
Estoy descubriendo una especie de “triunfo póstumo” de nuestra última dictadura. Es decir, un logro obtenido por ella mucho después de finalizada. Y es que fue tan cruel, tan desmesurada, puso la vara tan alta, que todo lo que se compare con ella parece débil. Aunque sus consecuencias sean igualmente terribles en términos de cómo queda diseñada la sociedad política, económica, cultural y moralmente, al cabo de la aplicación de su plan.
Surgen de aquí algunos interrogantes. El primero: ¿la democracia es voto? Sí. ¿La democracia es únicamente voto? Claramente no; tiene otros componentes como libertad, igualdad, estado de derecho, desarrollo, autonomía de decisiones. El voto implica un contrato. Es como si uno firmara un contrato del cual luego no se cumple ninguna de sus cláusulas. Nadie podría esgrimir que es válido sólo porque fue firmado. Segundo interrogante: ¿la democracia se puede des-democratizar? Sí, es el caso de lo que estamos viviendo. Tercero: ¿democracia es sólo ausencia de desaparecidos? Claramente no.
Cuando enriquecimos, en el sentido popular de la expresión, la ponderación de la dictadura calificándola como “cívico-militar”, estábamos diciendo que existió la ejecución militar de un plan pergeñado por las élites civiles del poder económico financiero. Estas son, precisamente, las que nos están gobernando.
Es esta vigencia “post-mortem” de la dictadura, su vara tan elevada de crueldad física, lo que lleva a muchas personas a poner reparos a la necesidad de decir que lo que atravesamos es lisa y llanamente un régimen autoritario. Pongan el nombre que prefieran pero, en los hechos, no configura ninguno de los presupuestos de una democracia, porque podría demostrar que inclusive el voto estuvo manipulado.
Es esta vigencia “post-mortem” de la dictadura lo que me reafirma, además, en la convicción de la imprescriptibilidad de los crímenes cometidos por ella.
* La ilustración pertenece al artista T A Satyapal, que suele pintar marionetas para representar a los ciudadanos del mundo moderno
Publicación original en El cohete a la luna