Nota de Carlos Raimundi publicada en el diario Página12, en su edición del viernes 19 de mayo de 2017.
El fallo de la Corte conocido como 2x1 admite argumentos jurídicos a favor y en contra, y desde luego adscribo a estos últimos.
Pero es mucho más profundo su trasfondo político y cultural. Néstor Kirchner asumió la presidencia el 25 de mayo de 2003, y hasta el 10 de diciembre de ese año gobernó exactamente con el mismo parlamento con que lo había hecho Duhalde hasta el día anterior. Ni un diputado ni senador de diferencia. Sin embargo, ese mismo parlamento que con Duhalde había rehusado acusar a los miembros de la Corte menemista, bajo el liderazgo de Kirchner asumió el tema y obligó a aquella Corte nefasta a renunciar. Y también anuló, sucesivamente, las leyes de impunidad y los indultos. Horacio Rosatti, uno de los jueces que acaba de votar a favor del 2x1, era el ministro de justicia cuando Kirchner ordenó quitar los cuadros de la dictadura del Colegio Militar. La jueza de aquella Corte mucho más trasparente, Highton de Nolasco, que ahora votó a favor del 2x1, en el contexto político anterior expresó sus argumentos en sentido contrario. Todo esto demuestra lo fundamental que es conducir el proceso político.
Cuando en el macrismo declaman que miran solamente al futuro, no es porque no tengan historia, sino porque necesitan esconderla. Así como desde el campo popular somos herederos del 17 de octubre, la resistencia, el Cordobazo, ellos, los supuestos “institucionalistas” lo son de los bombardeos, la proscripción y el genocidio: los mismos intereses en juego. Aunque en otra fase, el mismo modelo económico, las mismas elites beneficiadas.
Es así que la exaltación de la represión resulta inescindible del modelo económico a aplicar. El modelo inclusivo, popular, apela a la memoria histórica, al valor Justicia, a construir un sujeto colectivo y a multiplicar las expresiones populares. Los portadores del modelo neoliberal de saqueo y explotación necesitan negar el pasado, licuar las responsabilidades sobre el mismo, construir un discurso neutro para ocultar sus verdaderos orígenes, devaluar la movilización popular, resaltar el individualismo, evitar la ocupación de las calles y si no se la puede evitar, reprimirla.
El fallo de marras responde a esa misma línea histórica, y su consecuencia es tener a los torturadores libres, como preanuncio de una reapertura y continuidad del modelo represivo para cuando el empeoramiento de la situación social lo requiera. Si se aplica el mismo plan económico que la dictadura y este no puede tener otras consecuencias que las conocidas, cómo no apelar a la represión, aunque esta en un principio se manifieste menos cruel que en aquella etapa de paroxismo.
Algunas personas, que por un lado condenan el presente modelo económico, creían más consolidada la etapa de Memoria, Verdad y Justicia. Eso vale para una parte muy importante de nuestro Pueblo, pero para el poder, ajuste y represión forman parte de una misma ideología, sostenida, además, por los mismos actores. Se necesitan mutuamente, se necesitaron históricamente y se necesitan ahora. Sus actores forman parte una misma elite, la que condujo la dictadura cívico-militar, la que gobernó durante el menemismo y la alianza y la que lo hace ahora. Para aplicar aquel plan de hambre, hizo falta el terrorismo de Estado. Para aplicar este plan de hambre, hace falta –simbólica y explícitamente– que los terroristas de Estado estén en libertad.
No hay espacio para la perplejidad, para el asombro. Sí para la conciencia, la batalla cultural, la disputa en las calles y en las instituciones, y la recuperación de la conducción política. No para repetir el ciclo entre “gobiernos oligárquicos que saquean en poco tiempo y gobiernos populares a los que nos lleva años reparar”, sino para consolidar definitivamente una nueva hegemonía.
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