La enorme figura de El Che ha sido un obstáculo hasta ahora casi insalvable para criticar desde el campo nacional y popular las garrafales equivocaciones de la teoría del foco. Un error teórico que llevado a la praxis tuvo un costo humano enorme y en muchos casos fue en los hechos funcional a etapas de dolorosa memoria.
El horrible final en los campos de concentración de la dictadura establishment- militar de los militantes de las organizaciones armadas de los setenta, ha impedido un análisis adecuado de los fenomenales errores tácticos y estratégicos cometidos por aquellos jóvenes, muy jóvenes, en acelerar la pendiente de un gobierno de origen popular y abrir las puertas del infierno con la voluntarista consigna de “cuanto peor, mejor”.
La recuperación de las Islas Malvinas realizadas por las Fuerzas Armadas que actuaron como fuerza de ocupación en el Continente, produjo y produce en muchos sectores de nuestra sociedad un escenario de incomodidad. En ese contexto de notable contradicción, una bandera justa fue empuñada por las manos menos adecuadas, creí entonces y la reafirmo ahora que la consigna de aquella hora era: “Luchar en las islas. Recuperar el Continente”. Y apoyar toda medida que evitara la resolución bélica, mejorando nuestra posición diplomática sobre el terreno irredento. La derrota produjo otra contradicción notable: el ocultamiento de argentinos que consumaron hazañas que merecen ser recordadas y reivindicadas. El periodista y escritor Jorge Fernández Díaz, en su excelente libro “ La Hermandad del Honor” rescata entre numerosas historias similares, la hazaña de un aviador, el alférez Guillermo Dellepiane, hoy director de la Escuela de Guerra Aérea en Buenos Aires, y otra extraordinaria en La Nación del 17-04-2010, de un marino, Néstor Dezi, bajo el título “La odisea del náufrago 771”.
Contradicciones de enorme trascendencia histórica: dos derrotas que impiden, una por los horrores y otra por la rendición, el necesario equilibrio histórico que seguramente el transcurso del tiempo colocará en su lugar.
Hoy también se están librando batallas de enorme trascendencia. La contienda sobre el devenir de los medios de comunicación, constituidos desde el eclipse de las Fuerzas Armadas en un ejército mediático.
La ley de medios y el debate ideológico sobre los mismos, han permitido la concreción de hechos impensables un año atrás. Una movilización popular, por ese motivo, de más de cuarenta mil personas, en la Plaza Lavalle. Un acontecimiento sorprendente en un escenario adecuado para concretar otra contradicción argentina. Que el palacio de justicia este en la Plaza Lavalle, homenajeando a aquella espada sin cabeza que fusiló a Manuel Dorrego, un caudillo popular. Símbolo de la injusticia y de su carácter clasista.
EL ESCENARIO QUE LO HIZO POSIBLE
La discusión parlamentaria y extraparlamentaria de la ley de medios, el permanente señalamiento del gobierno sobre las actitudes de los grandes medios, el programa 6-7-8, la potencia del mensaje del periodista Víctor Hugo Morales desde una emisora hostil al proyecto como Radio Continental, la prédica de Radios como Cooperativa, Nacional y la de las Madres de Plaza de Mayo, el programa de Eduardo Aliverti, el apoyo de agrupaciones políticas, el fenómeno bloggero que permitió el avance informativo a través del desarrollo técnico de Internet, ignotos programas barriales y provinciales, fueron artífices de una lucha desigual contra los medios poderosos de notable potencia de fuego. Muchos de estos últimos, han determinado durante años, la opinión y el llamado sentido común, de inmensos sectores de la población. El descubrimiento de las manipulaciones, las omisiones, la desinformación, los zócalos televisivos que tergiversan lo que acaba de verse, la descarada defensa de intereses económicos envueltos bajo la inmaculada bandera de la libertad de prensa, el enarbolar un falso periodismo independiente y puro, empezaron a ser horadados por distintos desenmascaramientos. La permanente prédica pesimista, los pronósticos desmentidos por la realidad, los vaticinios apocalípticos, el regodeo con el fracaso, han producido un cansancio en franjas importantes de la población y la reacción correspondiente. Esto explica el fenómeno a nivel nacional de las autoconvocatorias por facebook de los seguidores de 6-7-8 y sus exteriorizaciones públicas.
CONTRADICCIONES ARGENTINAS
Hay una guerra mediática, entre el poder real y el gobierno. El autor de esta nota está claramente a favor de la ley de medios. Soy consciente que el poder real no respeta ninguna regla y es capaz de perpetrar atentados, autoatentados, y metafóricamente y tal vez no tanto “fusilar prisioneros” Pero creo que desde el gobierno se deben respetar las reglas de juego. Que no todo vale. Que el Estado no puede degradarse. En esta batalla donde se empieza a sacar ventajas, basado en la irreprochable premisa que implica demoler posiciones hegemónicas que se amparan hoy en la protección de jueces concesivos que acogen las chicanas de los grupos concentrados. Repito: el estado no puede degradarse. No puede consentir por acción u omisión el escrache en general y de periodistas en particular trabajen o no en un medio hegemónico, a través de cobardes carteles anónimos, de incierto origen. Los únicos escraches justificables fueron los de las víctimas del terrorismo de Estado cuando se habían cerrado las posibilidades de acudir a la justicia.
No debe el principal Ministro del Gobierno, el jefe de gabinete Aníbal Fernández acudir a una reunión de bloggeros luciendo una remera con un dibujo donde una persona tiene un Clarín en el culo. El Ministro hace mucho que terminó el Secundario y si no tuvo oportunidad de hacer estas travesuras cuando tenía edad para realizarlas, concretarlas ahora, además de ridículas crea una zona peligrosa donde pueden sentirse estimulados aquellos que son más papistas que el Papa.
Cualquier “accidente” que pudiera llegar a sufrir un periodista, en este contexto no delimitado, profundización de lo sucedido con la periodista Adela Gómez en Santa Cruz, será un terremoto más potente que el que llevó al ex presidente Duhalde a adelantar las elecciones después de los asesinatos de Maximiliano Kostecki y Darío Santillán. Y poco importará que el gobierno no tenga nada que ver. Estará en la misma situación en que se vio encerrado Alfredo Yabrán después del asesinato de Cabezas, en donde todos los caminos conducían a su culpabilidad, más allá de que lo fuera o no.
Ahí está el peronismo disidente que va por todo, con el apoyo del establishment, la Iglesia, el rabino Bergman, las coberturas mediáticas, todos en mayor o menor grado afectados por el gobierno.
En el terreno minado en que se desenvuelve este conflicto fundamental, pecar de ingenuo es tan peligroso como en su oportunidad fue ignorar los crasos errores del foquismo, la militarización de las formaciones especiales y su alejamiento de la política de masas.
Ha llegado la hora de evitar los errores no forzados y celebrar victorias, antes que tener que explicar derrotas. La inmensa mayoría de los periodistas que estamos a favor de la ley no podemos ni debemos ser cómplices en silencio de situaciones reprochables intrínsecamente y que en perspectiva atentarán contra los objetivos que defendemos.
Muchos que estamos en esta lucha, incluso en el gobierno, somos demasiados grandes para seguir recordando emocionados las canciones republicanas de la guerra civil española, las consignas de los setenta y disfrutar de la nostalgia de lo que pudo ser y no fue.
Perón ya no regresará. La resistencia peronista es historia. El Che está muerto. Integrantes de la generación del setenta accedieron al gobierno. El poder económico, con algunas cirugías estéticas, es el mismo. El contexto latinoamericano es favorable La política enciende luces de esperanza y vuelve a seducir a franjas de jóvenes.
El futuro se construye con lucha y triunfos. Esta nota es un alerta de alguien curtido en derrotas que cree que están dadas las condiciones para ganar esta batalla y que no se la puede rifar, jugando a la ruleta rusa, con estudiantinas imprudentes y con ingenuidades suicidas.
18-04-2010
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