El diputado nacional de Nuevo Encuentro analiza el escenario político que dejó la inscripción de las listas de precandidatos que disputarán las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) el próximo 11 de agosto.


El proceso de cierre de listas para las Primarias Abiertas del próximo mes de agosto no fue otra cosa que la prolongación, en líneas generales, de la situación política general.
De un lado, un único polo de irradiación política en términos positivos, el Frente para la Victoria. Del otro, un conglomerado de sectores buscando juntarse, con el único punto en común que es oponerse a todo lo que venga del gobierno, pero sin proponer una proyecto alternativo de país. Además, hay una diferencia cualitativa en favor de lo primero, y es que tiene unidad de concepción, unidad de proyecto, y un liderazgo que lo conduce de manera incuestionable. Eso ordena y pacifica el armado de listas, además de aportar un valor muy grande en términos de militancia, convocatoria y entusiasmo. Da mucho orgullo defender una lista poblada de militantes de base, luchadores y luchadoras por los derechos humanos y por los derechos laborales. Una lista donde el conocimiento mediático individual no es lo principal, por cuanto cada quien se siente parte de un colectivo, y no una figura refulgente en sí misma. Y esto nos convierte, además, en la fuerza que parte del piso electoral propio más elevado.

Como en la obra corta de Luigi Pirandello, Seis personajes en busca de un autor, de lo que aquí se trata es de cómo un puñado de factores de poder encuentran un candidato que los exprese, una vez superadas las aspiraciones de De Narváez –que aparecía como la única opción, aunque insustancial- y de Macri, a quien no le perdonan su endeblez en varios sentidos. La aparición de Sergio Massa en la escena nacional y la altísima exposición que le dan los medios opositores, induce a pensar que esos factores de poder creen haber encontrado en él algo así como "la esperanza blanca".

Tal vez el ejemplo de Elisa Carrió valga para ilustrar esto de la construcción mediática de un candidato. Si ella obtuvo poco más de un punto porcentual en el último comicio, y no obstante se pasea por los medios hegemónicos, ¿quién la convierte en dirigente? Evidentemente, no es la voluntad popular, sino los intereses que se expresan a través de esos medios. Salvando las distancias, Sergio Massa no expresa mucho más que algunas medidas de política municipal, amplificadas en un acuerdo económico evidente con ciertos medios. Y si hoy aparece como dirigente nacional, es precisamente, por esa utilización de la que es objeto.

Pocas veces el establishment se ha presentado tan explícitamente en una lista, en sus distintas vertientes. El departamento de Estado, a través del propio Massa, y junto a él el Grupo Clarín, sectores industriales y de la estructura tradicional del PJ, etc. La pregunta que surge, a partir de ello, es: ¿quién hegemonizará a quién? Con Massa no estamos en presencia de lo que podría llamarse un líder. Por lo tanto, en esa disyuntiva entre la retórica del consenso que él intenta ensayar, y el odio instalado por la oposición que lo sostiene, será seguramente esta última la que le haga marcar el paso.

Pero si no fuera así igualmente caería en una contradicción en términos de su propia credibilidad. Si por un lado induce al consenso retórico y los buenos modales y al mismo tiempo reconoce que el gobierno ha tomado decisiones positivas, esto implica una contradicción. Porque esas medidas positivas han implicado afectar intereses poderosos. Y esos intereses generan, invariablemente, una reacción virulenta que conflictúa y con la cual por lo tanto no se puede consensuar. Porque en ese caso consenso implicaría precisamente no afectar ningún interés en favor de las mayorías populares.

En un país históricamente dependiente como el nuestro resulta central plantear la disputa con el bloque de poder dominante desde la construcción de un bloque popular alternativo. Hasta tanto este nuevo bloque no se haya consolidado en remplazo del anterior el consenso jugará indefectiblemente de manera funcional al bloque dominante por ser el que, por décadas, ha señalado el sentido de la economía, de la política y de la interpretación de la realidad.

De aquí que resulte tan importante consolidar el proyecto político que conduce la Presidente de la Nación el cual, entre otras cosas, ha construido una fuerte impronta a partir de la unión regional, la inclusión social, la recuperación del Estado, la distribución de la riqueza y el ingreso y la ampliación de derechos. Impronta que le confiere una mística militante, una capacidad de convocatoria que, insisto, operan como un plus valor en favor del proyecto nacional que las otras opciones no tienen.

(*) Carlos Raimundi es diputado nacional por la provincia de Buenos Aires en el bloque de Nuevo Encuentro
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