Ciclo Territorios, Derecho a la ciudad, Situación actual y Políticas Públicas.

Muchísimas gracias por la invitación a un evento como este, tan importante para abordar la cuestión de “el derecho a otra ciudad”. Otro modelo de ciudad fue rondando en todas las intervenciones anteriores. Y nosotros, como platenses, tenemos una deuda muy grande con nuestra ciudad, respecto de la contradicción principal entre democracia y corporaciones. En nuestra ciudad, la política no sólo no es autónoma de las corporaciones económicas y mediáticas –como sí lo es el gobierno nacional- sino que, por el contrario, le pide instrucciones antes de tomar cada una de sus decisiones.

Para construir otra ciudad de La Plata se hace necesaria otra ruralidad. El vínculo entre la tierra urbana, la tierra rural, y las semi-urbanas o semi-rurales necesita otro tipo de relación, necesita una convocatoria a todos los actores sociales involucrados (por ejemplo, los productores de la agricultura familiar o las familias que demandan una vivienda urbana), y no como hasta ahora, que esa relación compleja entre la tierra urbana y rural ha derivado sólo en el enriquecimiento de aquellos funcionarios encargados de dictar los cambios y las excepciones en el régimen de ordenamiento urbano.

Estamos hablando de una nueva agenda social. Una nueva agenda social mucho más compleja que la de hace una década. Aquella agenda social reunía problemas básicos tal vez mucho más graves, como el hambre y el empleo. Y, aunque aún existen nichos de pobreza y desempleo, se ha avanzado enormemente en esas materias. Hoy, los temas tal vez sean menos graves desde el punto de vista humano, pero son altamente complejos.

Por otra parte, la agenda social de los más humildes es siempre la agenda del espacio público. Los sectores más pudientes no necesitan tanto de lo público, porque disfrutan de sus bienes privados. Además, muchas de las nuevas demandas no remiten a una gestión de gobierno, sino a la complejidad de una época. Aquí pongo como ejemplos fundamentales la seguridad ciudadana y la cuestión ambiental. Su complejidad nos remite, precisamente, a la idea de proceso histórico a la que aludieron mis antecesores en el uso de la palabra, Rubén Pascolini, Luciano Scatolini y Gustavo Di Marzio, cuando apelaban a construir un proyecto para nuestros hijos y nietos.

No me permito hacer ningún planteo demagógico, sino, por el contrario, plantear algunos temas desde una mirada políticamente incorrecta. En primer lugar, decir que creo que en las grandes urbes, no podremos volver en el corto plazo a viejos hábitos y estándares de seguridad urbana. No volveremos ni fácilmente ni rápidamente. Yo recuerdo que en mi casa dejábamos una de las puertas de calle, que daba a un pasillo, abierta y sujeta con un gancho a la pared. Por allí entraba Mariquita, una tía de mi padre que le traía las camisas planchadas con almidón. Me adelanto a decir, en resumen, que para volver a dejar nuestras puertas abiertas deberíamos retornar al almidón. Y eso no va a suceder.

Alguien podría pensar, con simplismo, que nuestros problemas actuales de seguridad son los mismos que teníamos en la época de nuestros padres o de nuestros abuelos, pero no lo son. Esto de ninguna manera quiere decir que, por complejos, debemos renunciar a políticas muy eficaces de seguridad. Pero sí da cuenta de las soluciones no son sencillas, ni de manual. Quien se presente como un salvador en este tema, lisa y llanamente miente.

Tomemos en cuenta algunos de los nuevos factores. En primer lugar, los adelantos tecnológicos. Esta misma semana, como sólo un ejemplo, los chicos miraban los goles de la selección argentina desde sus celulares. Es aquí donde surge una pregunta central, y es si alguien puede pensar que esos adelantos pueden llegar a los niños y las niñas, y no a las bandas del crimen organizado, que ha sofisticado su tecnología disponible.

Otro rasgo de la época es el retroceso del Estado. Acudimos a un proceso histórico de trasnacionalización del capital financiero, que hoy acumula un volumen varias veces superior en el ámbito privado, al de los recursos financieros en poder de los bancos centrales de los Estados. Esto es, se trata de un sistema que pone el poder de los mercados por encima del poder de los Estados y de la política. Y esa acumulación financiera se vincula con actividades y transacciones internacionales muy lucrativas como el comercio de armas, de las cuales también se nutren las bandas que han irrigados a nuestros países ante el abandono del Estado.

Entonces, si combinamos aumento de los recursos privados, equipamiento tecnológico, armamento sofisticado y merca del control estatal, se configura un contexto de época que complejiza profundamente la agenda de seguridad ciudadana y da cuenta de nuevos actores del crimen organizado, y por lo tanto, desmiente la posibilidad de que una gestión o un gobierno puedan superarla por sí solos o en el corto plazo. Eso sería, reitero, una burda mentira.

Es, precisamente, la profundidad de este fenómeno, lo que da cuenta de la magnitud de la organización social y política que debemos afrontar, y el nivel de compromiso entre fuerzas políticas. A lo que se suma otro factor. Es que, al tener tan fresca la memoria colectiva de lo que significó el terrorismo de Estado, como represión ilegal, nos cuesta mucho imaginar y construir la agenda de la natural función de policía que todo Estado debe cumplir. Y dentro de esa función, la necesidad de conjurar a las bandas del crimen organizado desde una institución policial fortalecida. Fortalecida en su concepción democrática, en su entrenamiento y capacitación profesional y jerarquizada salarialmente, de modo de reconstruir su vínculo con la sociedad civil. En definitiva, yo estoy convencido –y no necesito demostrarlo- que una escuela es una política de seguridad mucho más importante que una cárcel. Pero, al mismo tiempo, no podemos esperar a que todo el pueblo complete su educación terciaria antes de evitar a que una anciana sea despojada de su jubilación en una salidera. Debemos atender a los dos universos.

Algo semejante sucede, en términos de complejidad, con la cuestión ambiental. Las emanaciones tóxicas producto de la industrialización insustentable ha construido un techo para los fenómenos naturales, que hace que se produzcan con mucha mayor energía, y por lo tanto sean mucho más virulentos y más graves en sus consecuencias sociales. De aquí la necesidad de construir nuevos conceptos mucho más integradores de estos fenómenos, como el de salud ambiental. Por ejemplo, el crecimiento numérico de niños enfermos no necesariamente lleva a multiplicar los establecimientos hospitalarios, si al mismo tiempo subsistiera la contaminación de un arroyo lindero, como causal principal de esa insalubridad. Los problemas socio-laborales también afectan a la salud familiar. Todo esto plantea, entonces, una concepción integradora y multidisciplinaria de las soluciones.

Anteriormente planteé la destrucción deliberada del Estado. En cuanto a su capacidad de gestión, como en la generación de infraestructura.

En cuanto a la infraestructura, comencemos por plantear los problemas que causa el déficit energético. Un déficit energético surgido de la combinación de dos factores: el despojo de los años noventa y el extraordinario crecimiento posterior de la actividad industrial y del consumo de las familias. La respuesta, haber retomado el camino del autoabastecimiento.

En paralelo a esto, buena parte de nuestro crecimiento industrial y del empleo se explica por la expansión de la industria automotriz. Esto ha mejorado la calidad de vida y mantenido el nivel de actividad económica y de crecimiento del mercado interno. Ahora bien, este mérito no ha sido acompañado por la correspondiente expansión de la infraestructura. Ni en carreteras, ni en remplazar el trasporte automotor por otras vías de trasporte, fundamentalmente el ferrocarril. Y esto también plantea un problema para las grandes urbes, en materia de congestiones de tránsito, falta de estacionamiento, concentración en los accesos, y, fundamentalmente, contaminación ambiental y derroche de energía. Otro problema concreto de la nueva agenda, vinculado también al retroceso histórico del Estado, al que tan trabajosamente estamos tratando de recuperar.

Recuperar el ferrocarril en un país como la Argentina no significa modernizar su estructura anterior, sino reconfigurarla. Y esto es así porque la estructura ferroviaria argentina correspondía a un modelo extractivo de materia prima que se concentraba en el puerto de Buenos Aires en favor de los grandes grupos exportadores, mientras que hoy debemos reestructurarla a partir del sistema de red o telaraña, que integre entre sí a los distintos puntos del país, y sirva a los corredores productivos tanto longitudinales como trasversales, que fortalecen nuestra condición de país bi-oceánico capaz de conectar y potenciar las rutas entre el polo productivo del sur de Brasil con el espacio comercial del Océano Pacífico.

Esto implica, además, una poderosa alianza social. Los sueldos que remplaza el ferrocarril (dos maquinistas remplazan a treinta y cinco camioneros), deben transformarse en decenas de miles de nuevos sueldos de trabajadores, técnicos y operarios de las fábricas de vagones, locomotoras, rieles y todo tipo de bienes de capital de producción nacional para las nuevas rutas ferroviarias.

Esto lleva a la política a cumplir con uno de sus roles fundamentales: ser un motivador profundo de la sociedad a partir de la propuesta de grandes sueños y objetivos. Es decir, una nueva y potente relación entre el Estado y el Pueblo. Porque hay otra clave en el vaciamiento histórico del Estado que han materializado los poderes reales, y es de orden cultural. Fíjense Uds. que todos los mensajes de la prensa hegemónica tienden a que el Pueblo odie al Estado. Nunca ponen en evidencia la explotación histórica del capital financiero, sino que invariablemente denuncian al Estado. ¿Por qué? Porque una alianza entre el Pueblo y el Estado constituiría una coalición invencible para esos poderes financieros. El otro objetivo omnipresente en el mensaje hegemónico es propiciar el divorcio entre los sectores medios –más allá de la colonización de parte de estos últimos- y los sectores populares, una alianza igualmente peligrosa para el capital financiero.

Esto me lleva a la idea del Estado-Amigo. Un Estado que no aparezca como enemigo o adversario del ciudadano. Nadie acude al Estado si no lo necesita. Se acude al Estado cuando se tiene un dolor, una necesidad o un derecho que hacer valer. Por ello, el funcionario del Estado tiene que estar en el mismo equipo que el ciudadano. En términos del Estado municipal, no importa el organigrama institucional, sino la responsabilidad por la calidad de vida del ciudadano y la ciudadana. Supongamos que tenemos un problema en un hospital privado o provincial, eso no es excusa para que el municipio se desentienda en razón de su falta de jurisdicción, porque la prioridad para el municipio es su responsabilidad por el ciudadano que habita en él.

Para terminar, vuelvo al principio: resalto una vez más la importancia de este tipo de reuniones, la necesidad de multiplicarlas por miles, para afianzar la comprensión de la magnitud de la disputa que tenemos que dar para seguir concretando la compleja agenda social, en favor, como hasta ahora, de los sectores populares y de sus intereses.

Muchas gracias.-

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