Verdades a medias
Medios y “clima de negocios”
Publicado el 1 de Octubre de 2010 en el diario "Tiempo Argentino"
Por Carlos Raimundi, Nuevo Encuentro

La inclusión social y un mercado interno cada vez más pujante –que sólo pueden estar asegurados por una mayor y más trasparente capacidad de regulación estatal y por la provisión de bienes públicos de alta calidad– son los indicadores fundamentales para favorecer un clima de negocios sustentable en el tiempo.


En las últimas semanas, diversos medios se expresaron sobre el ránking de competitividad 2010 del World Economic Forum y, en general, ponderaron negativamente el desempeño argentino, conforme su ubicación en el puesto 87°, debajo de otros países de la región como Chile y Brasil. Estos últimos están administrados, según ellos, por gobiernos previsibles, menos plebiscitarios, no “castristas” y “chavistas” como el nuestro.
En general, se trata de la prensa del poder, la que pide seguridad jurídica pero

no soporta que se haga justicia con los genocidas, la que exige “clima de negocios” pero desdeña el alto crecimiento de nuestra economía, la que critica la inflación al tiempo que la propaga instando así a remarcar los precios. Aquella prensa que es instrumento de quienes sólo han buscado históricamente maximizar sus ganancias, y ahora ponen el grito en el cielo cuando se propone que los trabajadores participen de una parte de ellas. La que, en lugar de defender nuestra industria, titula en nombre de los grupos importadores que se quejan de que nuestro país pone “trabas” al ingreso de productos importados, como voceros de las capas sociales que están en condiciones de acceder a ellos. En definitiva, se trata de esa prensa ligada a las consultoras de riesgo, a los grupos financieros e inversores externos, que son, precisamente, los encuestados, de modo que el World Economic Forum arroje dichos resultados.
Sin embargo, una lectura seria de dicho informe nos llevaría a una conclusión muy distinta, o, cuanto menos, pondría en cuestión su supuesta “objetividad”. Para ello, no sólo debe tenerse en cuenta lo que el informe dice, sino lo que “no” dice, y, acto seguido, lo que los medios del poder de nuestro país traslucen, y lo que no; lo que enfatizan y lo que no.
En primer lugar, el posicionamiento de los países resulta de combinar dos tipos de relevamiento: uno cuantitativo, proveniente de datos y estadísticas que reflejan contablemente la realidad, y el otro cualitativo, esto es, mediante encuestas hechas a los ejecutivos (executive survey). En este sentido, digamos que, entre 139 países, la Argentina ocupa el número 132 en el ránking en cuanto a instituciones. Pero, curiosamente, en ese ítem, todos los subíndices corresponden a opiniones cualitativas, es decir, emitidas por los empresarios encuestados, lo que sesga significativamente la mirada. Se trata, precisamente, de aquellos empresarios para quienes la desmonopolización de la comunicación es un atentado contra la libertad de prensa, y, por ejemplo, el proyecto de distribuir entre los trabajadores un porcentaje de las ganancias no reinvertidas constituye una amenaza de un régimen estatista-dirigista, presto a devenir en castrista, por sus constantes amenazas a la propiedad privada. Aunque, la verdad sea dicha, su transitorio apego “institucional” al Parlamento duraría lo que la llama de un fósforo, si lograran que un Poder Ejecutivo decisionista les redujera las retenciones a cero, convirtiéndolos automáticamente –si eso sucediera– en defensores de “una administración ágil, decidida a no paralizar su dinámica por culpa de los dilatados y perezosos tiempos parlamentarios”.
Además, ¿a qué instituciones se refiere la encuesta, para descalificar de tal manera a nuestro país? En este sentido, mi respuesta es: ¿no son acaso el régimen de paritarias, la Asignación Universal por Hijo, la movilidad jubilatoria, o la curva ascendente del presupuesto educativo, instituciones que gravitan de modo directo sobre la condición de ciudadanía democrática?    
Otro indicador que no es difundido por nuestros medios tradicionales y analistas más reconocidos dentro del establishment, es la relación Deuda/PBI, que es del 45% y se ubica entre las mejores del mundo. Otra cosa que no dicen es que la Argentina ocupa el primer lugar en todo el continente en cuanto a la participación de la mujer en el mercado laboral, pese a todo lo que hay para mejorar al respecto. Nada dicen de que nuestras escuelas de management son muy bien valoradas (lugar 16° en el mundo), así como la disponibilidad de servicios de investigación y capacitación, ambas dentro del ítem Educación Universitaria, calidad de las instituciones científicas y de investigación. 
En cambio, sí enfatizan la caída de la inversión extranjera directa (IED) entre 2008 y 2009, sin advertir que no sólo se trata de un dato normal para una etapa de crisis como la vivida, sino que se asemeja a los de otros países latinoamericanos que el pensamiento pacato califica como ejemplos para seguir. Además, que la IED represente un porcentaje menor del PBI en la Argentina y Brasil no debe ser leído como un disvalor, sino como la virtud de una política que tiende a proteger la inversión nacional y poner reglas al capital extranjero, ausentes durante décadas.
Respecto a la denominada “rigidez del mercado laboral”, tan atacada por los encuestados, ¿no tendrá que ver con que nuestro país ha ido readecuando paulatinamente su legislación a las disposiciones de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) y recuperando los umbrales de la Ley de Contrato de Trabajo, aunque aún queda pendiente, por ejemplo, la eliminación del despido sin causa y una mayor des precarización del empleo?
En definitiva, nada de lo dicho significa que la economía argentina sea una panacea, ni que no haya cosas muy importantes para mejorar, como la trasparencia, el control y la rendición de cuentas, y el dominio de las cadenas de precios por parte de unos pocos grupos oligopólicos, entre otras. Y, básicamente, una mayor diversificación del patrón productivo, una nueva matriz de inversiones y políticas distributivas como la reforma tributaria pendiente.
Pero, a diferencia de la filosofía que orienta este tipo de encuestas, la inclusión social y un mercado interno cada vez más pujante –que sólo pueden estar asegurados por una mayor y más transparente capacidad de regulación estatal y por la provisión de bienes públicos de alta calidad– son los indicadores fundamentales para favorecer un clima de negocios sustentable en el tiempo.

 

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