Buenos Aires, martes 31 de agosto de 2010
Buenos Aires Económico
Carlos Raimundi
"Sacar del pedestal a quienes adormecieron la conciencia nacional es un avance del campo popular"
30-08-2010 /  Para el ex diputado, el actual proceso es lo más rico que ha vivido en su vida política. Un proceso que “como trascenderá al justicialismo y al kirchnerismo, resulta fundamental trabajar para dar continuidad a los ejes principales de las actuales políticas nacionales”.

Carlos Raimundi.
Por Federico Bernal

Carlos Raimundi comenzó su actividad militante en la Juventud Radical. Sin embargo y según nos relata, los acuerdos parlamentarios entre Jaroslavsky y Manzano, los indultos y el Pacto de Olivos lo llevaron a alejarse del radicalismo, “convencido de que el partido ya se había agotado en términos de futuro, aunque sin renunciar a las ideas que yo había tenido”. Del radicalismo pasó al Frepaso, “que nació con la idea de aportar una nueva agenda a la política y termina prisionero de la vieja agenda”.

Cuando el Frepaso estalla “surge el ARI, que nace de las luchas sociales de Cutral Có y Tartagal y de la denuncia al poder financiero. En el 2007 me voy del ARI, cuando Carrió ya insinúa un tipo de coalición con inclinación hacia los factores de poder; cuando termina votando en contra de la atadura de trompas y vasectomía, una ley sancionada por el Congreso; pasa de la nulidad de los indultos al concepto de reconciliación; pasa de políticas sociales muy fuertes a eliminar retenciones; cambia a Marta Maffei por Patricia Bullrich y a Rubén Lo Vuolo por Prat Gay”.

Entonces, Raimundi forma el Partido Solidaridad e Igualdad (SI), fuerza de la que hoy es secretario general y que integra el frente de Nuevo Encuentro. A pesar de estos pases, su derrotero político ha sido siempre consecuente con su pensamiento y su accionar, claramente establecido dentro del campo nacional y popular.

Revolución de Mayo

–¿Qué fue la Revolución de Mayo?

–En la Revolución de Mayo hay un cruce de agotamientos. Hay un agotamiento de un sistema político, que tiene que ver con el declive de la monarquía española, y un agotamiento de un sistema monopólico desde el punto de vista económico. La revolución en sí misma me parece que es muy difícil de definir. Fue un grito de autonomía, eso es cierto, aunque primero se trató de un grito de autonomía económica, parcial desde el punto de vista social. Quiero decir, la composición social no era de masas. No fue una gesta espontánea del interior del país sino más bien porteña. Además, las propias contradicciones de la Junta porteña daban cuenta de que tampoco tenían claro cuál era el objetivo. No era el mismo el de Saavedra que el de Moreno. Creo que ese proceso sentó algunos cimientos de lo que ulteriormente iban a ser los ejes de la cultura política argentina. Por ejemplo, estoy convencido del asesinato de Moreno, pero aun cuando no hubiera sido así, el hecho de sacarlo de la escena hace que el primer conflicto que se plantea de la nueva argentinidad (todavía ni siquiera la palabra existía) se resuelva por la eliminación del opuesto. Allí la Argentina funda un modo de resolver los conflictos.

–¿Existían distintas tendencias político-ideológicas en 1810? ¿Con cuál se identifica?
–En términos de ideas, hasta de estética y de literatura política y demás, me siento más identificado con el grupo de ideólogos de las nuevas ideas liberales y de la Revolución Francesa, que en aquel momento eran las ideas progresistas del grupo de Moreno, Belgrano, Monteagudo y Castelli. Ahora bien, me pregunto, ¿por qué triunfa Saavedra a pesar de no tener las ideas más innovadoras? Saavedra triunfa por tener el control de los sectores populares, y básicamente, por dominar a los regimientos. Entonces, una de las conclusiones que a mi modo de ver deja la Revolución de Mayo es la aparición de ideas innovadoras, que serían el equivalente de las ideas innovadoras de izquierda de nuestra época, pero al mismo tiempo minoritarias, es decir, sin anclaje en la sociedad. Esto por un lado. Contrariamente, encontramos del otro lado ideas mucho más conservadoras y monopolizadoras, pero con control de los sectores más populares y fundamentalmente con el nexo del Ejército (regimientos, Úsares, Montañeses, Arriveños, Granaderos, Patricios, etc.). Eso era lo que controlaba Saavedra y con eso controlaba los barrios. Es decir, Moreno, Castelli, Monteagudo tenían ascendencia sobre los sectores más ilustrados de la sociedad, pero sobre los barrios tenía anclaje Saavedra. Y es justamente ahí donde nace el conservadurismo popular en la Argentina.

Siglo XIX

–¿Con qué referentes políticos o estadistas argentinos del siglo XIX se identifica?
–La Argentina es hija de Rosas, pero también es hija de Sarmiento y Alberdi. Y es hija de Sarmiento e hija de Facundo. Somos hijos de las dos cosas; somos hijos del Urquiza federal y del Urquiza claudicante en Pavón. Somos hijos de Mitre y Roca como proyecto de estadistas, pero no por su connotación positiva sino porque ambos pensaron en un modelo de sociedad que los trascendió. Igual con Sarmiento. Tenemos el Sarmiento de la sangre de gaucho para abonar la tierra (el odio al gaucho y a los caudillos), el de Civilización y barbarie. Pero también está el del sistema de instrucción pública. Los personajes a los que me refería antes son los que construyeron la interpretación oficial de la historia. La interpretación que hacen los sectores medios de la Argentina, que no configuramos toda la población pero que sí formamos opinión.

–¿Por qué cree que las Provincias Unidas del Río de la Plata perdieron su territorio original (Alto Perú, Banda Oriental, etc.)?
–Yo no doy por sentado que la Argentina haya perdido su territorio original porque el Virreinato del Río de la Plata tenía menos de 40 años de existencia cuando vino la Revolución de Mayo -fue creado entre 1776 y 1778-. Lo anterior era el Virreinato del Perú, con la capitanía general de Chile, que siempre se arrogó la Patagonia -en los mapas chilenos la Patagonia era chilena-. Lo que a mí me preocupa, más que nada, no es la soberanía territorial sino por qué se abortó el sueño bolivariano. La cuestión de quién tiene jurisdicción no es importante mientras haya de un lado y del otro de la frontera atraso y dependencia. Entonces, la clave pasa por analizar por qué aquella línea nacional y popular de América Latina no pudo concretarse. Por qué se perdió soberanía política y no soberanía territorial.

–“El federalismo nació como la oposición del interior a la apropiación de la aduana por parte de la ciudad de Buenos Aires y el rechazo a la imposición de políticas económicas librecambistas por parte de esa misma ciudad.” ¿Está de acuerdo con esto?
–En términos económicos, sí. El que controlaba la aduana controlaba el país, y eso, obviamente, las provincias no lo podían aceptar. Ahora el federalismo es mucho más que un proyecto de distribuir los recursos de la aduana. Creo que tiene que ver más con una esencia propia, con querer ser uno mismo.

–¿Y sobre el debate que se está dando hoy día sobre federalismo?
–No creo eso de que el sistema federal tiene que entrar en colisión con el sistema nacional. Creo sí en un círculo virtuoso, que en la medida en que la política nacional mejore el desempeño y los recursos de las economías provinciales también mejorarán. En este sentido, yo soy partidario de encontrar una dinámica donde entren distintos coeficientes de desarrollo de las provincias, premiando y estimulando. Quiero decir, tiene que haber un proceso de recuperación del federalismo, que excede, en mucho, la tradición de las leyes de coparticipación. A las provincias más pobres hay que premiarlas pero también fiscalizarlas, vigilarlas, para que transformen los ingresos no en empleo improductivo sino en producción industrial. Creo que resulta fundamental trabajar por la creación de un nuevo modelo de relación Nación-provincias.

–¿Cómo calificaría la presidencia de Bernardino Rivadavia?
–Rivadavia fue un precursor del unitarismo. No obstante, creo que tenía algunas ideas liberales que podrían ser respetables. Ahora bien, toda esa etapa, desde los directorios hasta la fallida Constitución del año ’19, que después termina con el tratado y la guerra con Brasil, la independencia de la Banda Oriental, el tratado con Gran Bretaña y el empréstito, sienta las bases de un país dependiente. Pues bien, Rivadavia fue protagonista de toda esa etapa. Recuerdo también que les otorgó a los británicos las mismas facultades de navegar las aguas interiores de la Argentina que a los buques argentinos, y a estos últimos, navegar las del Támesis.

–¿Qué opinión le merece la presidencia de Urquiza?
–Regular menos... No sé. Es muy difícil definir a Urquiza. En él conviven quien hizo lo posible para que en la Constitución haya un espíritu federal, el que derrota a Rosas y el que le deja el país a Mitre.

–¿Qué opina de las presidencias de Rosas?
–Buenas. De Rosas lo que más rescato es la representación popular y la soberanía territorial. Aparentemente, las masas más desposeídas de su momento lo adoraban y por eso lo acompañaron. Ocurre que no plasmó nada de esto en un sistema institucional ni en uno de integración territorial. Él fue gobernador de Buenos Aires y punto. Ahora bien, imagino que de haber vivido esa época yo hubiera estado dentro de su espacio, aunque también hubiera sido de los que desde adentro trataran de lograr una mayor integración con los demás caudillos, de tal manera de plasmarlo todo en un nuevo sistema institucional.

–¿Qué opinión le merece la presidencia de Mitre?
–Mala. Tuvo el estigma de la Triple Alianza. Con Mitre empieza un proceso de conformación de la argentinidad, de un sistema de instrucción y de un tipo de modernidad muy elitistas que rompen muy fuertemente el tejido social. Sigue con Sarmiento, Avellaneda y Roca.

–¿Y?de las presidencias de Roca?
–Con Roca se consuma y consolida ese proceso de la Argentina centralizada que decía antes, el del modelo agroexportador que había comenzado con Mitre. Un modelo absolutamente oligárquico, del cual únicamente rescato la laicidad. Así nació la Ley de Matrimonio Civil y la Ley de Educación Laica. En fin, un triunfo de las instituciones civiles por sobre las religiosas que habían dominado hasta ese momento.

–En la Guerra del Paraguay murió más de un millón de paraguayos, osea cinco de cada seis de su pobladores de entonces). ¿Qué opinión tiene de aquella masacre?
–Creo que los argentinos tendríamos que empezar las reuniones del Mercosur y del Unasur pidiéndole perdón al Paraguay. Es más, yo cada vez que tengo ocasión de hablar con mis colegas paraguayos, dirigentes paraguayos y demás, les pido perdón. Lo que pasó fue terrible.

–¿Coincide con la afirmación que señala al período comprendido entre 1880 y 1930 como la época dorada de la República Argentina?
–Sí, pero para el 7% que accedía a la instrucción pública, que podía terminar la escuela. Para ese 7% fue una época dorada sin dudas. Para el 93% de la población que no podía gozar de ninguno de los beneficios de esa Argentina dorada está claro que fue una pésima época.

Siglo XX

–¿Qué referentes políticos o estadistas argentinos del siglo XX se siente identificado?
–El siglo XX vivió el nacimiento de dos grandes movimientos populares: el yrigoyenismo y el peronismo. Con estos procesos me identifico.

–¿Qué opinión le merecen las presidencias de Hipólito Yrigoyen?
–Yrigoyen representó a la chusma, esto es, un sujeto social que no era todavía el proletariado industrial de los ’40 pero que fue una suerte de preanuncio de aquél. De él rescato básicamente su voluntad de hacer jugar al Estado a favor de proyectos populares: la nacionalización de YPF con el general Mosconi, el trazado del ferrocarril trasandino, la reforma universitaria, la sanción de leyes sociales que venían del legado de Juan B. Justo y Palacios, fundamentalmente de Palacios; la neutralidad en la guerra; no formar parte de la Sociedad de las Naciones (las dos fueron el preanuncio de la tercera posición del peronismo). En Yrigoyen también había cierta sensibilidad incompleta, lo cual se vio reflejado en los sucesos de la Patagonia Rebelde y en los de la Semana Trágica.

–¿Qué opina de la presidencia de M. T. de Alvear?
–El punto de intersección entre el arraigo popular que tenía el Partido Radical, con una visión oligárquica de la Argentina. Estuvo entre el conservadurismo de la década de los ’30 y el movimiento popular de la primera presidencia de Yrigoyen. Alvear toma la inercia del yrigoyenismo pero le imprime un sello liberal conservador, sello que convivió en la Unión Cívica Radical desde su nacimiento hasta nuestros días.

–¿Cómo calificaría las presidencias de Juan D. Perón, entre 1946 y 1955?
–Fueron un compendio de pensamiento y acción. Perón fue un hombre de acción profunda, obviamente muy complementado por Eva, pero también un hombre de doctrina. Él diseña un modelo de organización política de la Argentina y de organización de las relaciones de poder en el país que claramente lo trascienden. Fue un hombre que supo captar una relación con el poder, por un lado, y una relación con la masa trabajadora y los sectores populares por el otro, pero simultáneamente. Estamos a 36 años de la muerte de Perón y el peronismo sigue siendo el movimiento mayoritario.

–¿Qué opinión le merece la presidencia de Arturo Frondizi?
–Hubiera sido muy bueno para la Argentina que Frondizi consolidara su alianza con el peronismo, porque ahí juntaba su proyecto de desarrollo con un actor social, que justamente era el protagonista mismo de ese desarrollo. En lugar de erigirse como el padre de la criatura, se hubiera erigido como una transición entre un peronismo derrotado en el ’55 y su recuperación histórica. Quiero decir, en lugar de haberlo combatido vía Plan Conintes, tendría que haber sido una expresión de la resistencia del peronismo para eliminar la proscripción y poder darle continuidad a la etapa truncada en 1955.

–¿Y el desarrollismo?
–Al desarrollismo lo definiría como la herencia de un proceso sustitutivo de importaciones y de un proceso de desarrollo industrial, pero mucho más ligado al capital extranjero. Una distinción, una cosa es el desarrollismo y otra cosa es Frondizi. Es decir, Frondizi es una expresión incompleta del desarrollismo. Es más, de haber sido una versión concreta, el desarrollismo argentino hubiera seguido el destino de Brasil. A qué me refiero con esto, que Brasil, inclusive en la dictadura que empieza en el año ’64, es una dictadura desarrollista. En cambio, el desarrollismo en la Argentina muere con Frondizi.

–¿Qué opinión le merece la presidencia de Arturo Illia?
–Illia fue un proceso muy complejo y muy endeble por su falta de legitimidad. No obstante, creo que él siempre tuvo la vocación de relegitimar al peronismo. No en vano uno de los factores de su caída fue el triunfo electoral en las elecciones legislativas del ’65 con la victoria de la Unión Popular. Pero más allá de esto, lo rescato por haber intentado tocar algunos factores de poder. Ahí tuvo una fuerte impronta radical yrigoyenista.

–¿Qué opina de la presidencia de Juan Perón e Isabelita entre 1973 y 1976?
–Ahí voy a tomar un concepto de Feinmann, cuando dice que el peronismo es el todo, pero que ese todo se podía sostener sólo con Perón lejos de la escena, es decir, con Perón apadrinando la escena pero por fuera. Ahora, me interesa más bien la siguiente pregunta: ¿por qué, sabiendo de sus limitaciones de salud, eligió a Isabel? La otra seguida es: ¿a quién si no? Fue un proceso marcado por una serie de contradicciones que es muy difícil sintetizar.

–¿Cómo califica la presidencia de Raúl Alfonsín?
–Alfonsín es el presidente que sucede al paroxismo, y esto es algo que no se puede obviar al analizar su presidencia. Este contexto no lo pongo como atenuante sino como un signo de la complejidad que acompañó a Alfonsín siempre. No obstante esto, yo soy muy crítico de su gobierno. Alfonsín nace con una expectativa muy grande de la sociedad. De hecho él fue el responsable de provocar esa expectativa. Pero así como fue responsable de generarla, lo fue en defraudarla. Porque por ejemplo él llega con un planteo de movilización popular. Él comienza denunciando a los dirigentes que habían pactado con la dictadura, que manejaban autoritariamente el sindicato. Esto permite el voto silencioso de muchos trabajadores, que a su vez le permite a Alfonsín empatar en el conurbano y ganar la provincia de Buenos Aires. Alfonsín le ganó por primera vez al peronismo -no proscripto- desde la aparición del peronismo y con el voto de los grandes centros urbanos. ¿Cómo sucede este milagro? Recuerdo cuando nosotros entrábamos en los barrios humildes a hacer campaña por Alfonsín; uno se encontraba la foto de Perón y Evita junto a la de Alfonsín o del escudito del radicalismo. Había una sobredemanda popular que lamentablemente excedió a la capacidad de realización política del gobierno. Así se explica, a principios del año ’84, su primera claudicación que fue la negociación de la Ley Sindical, una suerte de ley de democratización sindical parecida a la que hoy esta pidiendo la CTA. Alfonsín decide cambiar su mecanismo de sostener a la democracia, vía movilización y desafiando al poder, por la negociación con el mismo poder. En lugar de llamar a una movilización a todos esos trabajadores que manejaban los colectivos el día del alfonsinazo y que le habían permitido empatar el conurbano, no los moviliza. Ese es el principio de su final. Así se explica el reemplazo de Grinspun por Sourrouille. Luego él moviliza a la población para que reaccione contra un intento de golpe a mediados de ’85 pero termina anunciando la economía de guerra desde los balcones de la Casa Rosada. En fin, Alfonsín desaprovechó una gran oportunidad de juntar al campo popular. De todo esto surge muchísima gente que se siente defraudada.

–Usted, que formaba parte de la Juventud Radical, ¿qué posición planteaba para contrarrestar este error de Alfonsín?
–Que había que asumir el riesgo de una democracia formada por la sociedad en la calle, por la sociedad movilizada. Éste era el único material que el gobierno popular tenía frente al acecho de los factores de poder. Lamentablemente, Alfonsín se decidió por la democracia negociada. Para nosotros hubiera valido la pena correr el riesgo de una democracia construida con la sociedad en la calle. Entonces y desde ese momento hasta 2003, la política se convierte en la Argentina en el factor de justificación del poder ante la sociedad. Se convierte en una especie de intermediaria, en una especie de amortiguador del ajuste social frente a la sociedad que justifica las políticas del poder contra la sociedad. Esta modalidad es por supuesto contraria a lo que ocurre desde el 2003 hasta ahora, e inclusive, lo que había sido hasta el año ’85 con el alfonsinismo, que era la política como interpelante del poder, como interpeladora del poder. Esto es lo que yo más rescato de este proceso.

–¿Lo que más rescata del kirchnerismo?
Sí. El kirchnerismo recupera a la política como factor de interpelación del poder. De un poder que está acostumbrado a manejarse libremente, tan bien ilustrada por esa frase de Magnetto: “Yo pongo y saco presidentes”. La cena de unas semanas atrás con miembros de la oposición que salió en La Nación indica eso: “Yo pongo y saco presidentes”. Bueno, el primer Alfonsín interpelaba eso; el segundo, no. Y el kirchnerismo se asume como una recuperación de la política como factor de interpelación del poder, y no ya como justificador de las políticas del poder ante la sociedad. Esto no quita que lo haga de manera incompleta, contradictoria, con claroscuros, con contramarchas, con todo lo que tengo para criticar, etc. Pero en términos históricos, el kirchnerismo significa eso y es justo reconocerlo.

–¿Qué opinión le merecen las presidencias de Carlos Menem?
–Fueron la segunda fase del ajuste. La primera fue la dictadura. Porque Alfonsín no fue la continuidad de la dictadura, aun con todo lo que dije de su presidencia. Alfonsín tenía una idea de un Estado distinta a la de Martínez de Hoz, tenía una idea de inserción internacional de la Argentina distinta a la del modelo de la dictadura. Pero Menem no; Menem fue la continuidad lisa y llana. Ahora, ¿por qué digo la segunda fase? Porque en la primera fase la oligarquía se apropia del aparato productivo privado. En cambio, en la segunda fase, una vez apropiado el sistema del aparato productivo privado, se adueña luego del sistema público y de la renta social acumulada por años en el Estado. En pocas palabras, la política de privatización. Menem fue la segunda fase del ajuste estructural.

Siglo XXI

–¿Coincide con la afirmación, “La Argentina es un país primario exportador en proceso de industrialización”?
–Coincido. Le agregaría que es un país mucho más primario exportador que lo que hasta ahora hemos tenido de proceso de industrialización. Del ’47 hasta los ’70 creo que fue así. Luego la Argentina se fue reprimarizando, al menos hasta 2003, que es donde se rompe ese ciclo. Comienzan a aparecer entonces medidas contracíclicas, que si bien son insuficientes, claramente discontinúan el modelo neoliberal.

–¿Qué opinión le merece la presidencia de Eduardo Duhalde?
–Fue la salida del horror.

–¿Qué opina de la presidencia de Néstor Kirchner?
–Mucha fortaleza en la apropiación de lo simbólico. Atisbos de distribución del ingreso pero sin tocar la estructura de la riqueza. En materia de recursos naturales creo que hubo una consolidación del modelo depredador. Por otro lado, fue gracias a su intervención –que contó con gran apoyo regional– que la Argentina hoy no está en el ALCA. Su gobierno hizo muchas cosas que incomodaron al poder. Y lo hizo desde esa reapropiación de la autoridad política, con errores múltiples, pero desde una recuperación de la autoridad política. Esta posición ha obligado al kirchnerismo a encaminarse hacia soluciones cada vez más heterodoxas, porque se ha enfrentado de tal manera con algunos sectores que el único modo que puede ganar esa pulseada es profundizando el esquema.

–¿Y la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner?
–Creo que si bien este Gobierno está en el último año y medio de su gestión, ha roto un mito o tal vez trastrocado un concepto, que es aquel que señala que de la legitimidad electoral surge espontáneamente la legitimidad política. ¿Por qué? A fines del 2007 la Presidenta asume con 23 puntos de distancia con relación al segundo, con una oposición muy fracturada y con unos números de la economía muy favorables. Desacierta, a mi modo de ver, en el manejo de la crisis de la resolución 125. Trastabilla ahí y pierde las elecciones de 2009. Es decir, un buen contexto electoral no llevó su gestión a un buen desempeño político. En junio del año 2009 pierde el Gobierno. Ahora, de ahí en adelante, el Gobierno, el kirchnerismo se rehace y recupera políticamente, porque se muestra como el bloque político más compacto. Con toda esta historieta quiero decir lo siguiente, que me parece muy importante: yo no asocio este año y medio final con una pérdida de legitimidad ni con un desgaste del Gobierno.

–¿Hay interpelación del poder en este Gobierno como señaló que hubo en el de Néstor Kirchner?
–Por supuesto. Hasta 2003, cuando la política se sentaba a la mesa de discusión del poder, se sentaba con las corporaciones financieras que desde hace 30, 40 ó 50 años están siendo conducidas por una misma línea histórica. Así actúan las cámaras empresarias, las cámaras agropecuarias, los propietarios de los monopolios de la comunicación. Ellos siguen igual, mientras que lo único que rotababa cada cuatro años era la política. El poder no se debilita porque es siempre el mismo. Contrariamente tenemos a la política que sí se debilita porque se tiene que renovar cada cuatro años, bajo la excusa de que si no se renueva se corrompe. Pues bien, esto que tiene que ser reformulado ha cambiado del 2003 a esta parte y sobre todo desde la gestión de Cristina Fernández. Cuando se trató la 125, cuando se trató la reestatización de las administradoras de pensión, cuando se trató la ley de medios, la cosa fue cambiando en el sentido que me refería antes. Otra cosa: Martínez de Hoz, el antiguo estratega de la Argentina neoliberal, ¡está en prisión! El poder interpelado. El poder amenazado que bajaba el mensaje, “¡Cuidado que van a caer bajo las garras del Estado!” Pero el Estado, en estos casos, no juega un papel opresor, juega un papel liberador. Porque el Estado es el eslabón más débil de la cadena de poder, no el más fuerte. La gestión actual tiene esta impronta, una riqueza que además se entronca con otros liderazgos políticos en América Latina que también le están devolviendo al Estado esa capacidad de interpelación al poder y no de ser el justificador social del ajuste. Obviamente, no puedo terminar esta pregunta sin hablar de Papel Prensa.

–¿Y la cuestión de Papel Prensa?
–El planteo de la Presidenta ha sido un paso fundamental en la disputa de hegemonía por la que atraviesa nuestro país. Más allá del episodio jurídico, ayuda a desenmascarar a quienes han pretendido formar históricamente el sentido común de los argentinos, de modo que interpretemos los golpes, la crisis, los ajustes, las devaluaciones y los delitos de lesa humanidad de acuerdo con sus intereses. No puede pasar inadvertido para nadie que una dictadura que hacía desaparecer adolescentes jamás podría haber celebrado un contrato con las grandes empresas de prensa de no mediar un acuerdo de fidelidad política, esto es, un pacto de silencio tanto en materia económica como de derechos humanos. En fin, quitar el pedestal a quienes adormecieron la conciencia nacional a cambio de negocios, es un avance del campo popular y les reduce definitivamente la credibilidad de aquí para adelante.

–¿Y la libertad de prensa?
–Tengo una gran discrepancia con quienes criticaron la actitud de la Presidenta desde la “libertad de prensa”. A mi modo de ver, quienes critican rinden pleitesía a los grandes medios, lo cual para mí significa renunciar a poner en tela de juicio el largo proceso de control del pensamiento argentino que esos grandes medios llevaron adelante y lograron parcialmente. Es más, los voceros del poder mediático –verdadera oposición– son quienes escriben los libretos de muchos políticos de la oposición.

–¿En qué aspectos se vio reflejado el control del pensamiento argentino?
–Por ejemplo en la aceptación tácita que nuestra sociedad hizo de episodios trágicos como las dictaduras (entre otras crisis institucionales), la atenuación de la rebeldía frente a los ajustes de 2001, etc. En cada uno de estos procesos hubo un acuerdo entre los grandes medios y los dictadores, los grandes medios y la democracia. De esta manera se logró controlar (alentar o desalentar) los climas sociales de rebeldía según la marcha de sus negocios e intereses. Entonces y desde este punto de vista también, creo que la decisión de la Presidenta de desmonopolizar al sector y de promover el ingreso de organizaciones sociales a la formación del mensaje público, implica fortalecer un rol liberador y no opresor del Estado. Todas estas razones son más que suficientes para buscar entre todos la manera de que los ciudadanos comunes no crean que se trata de un conflicto que les es ajeno, sino que por el contrario, incide sobre nuestra vida cotidiana.

–El Gobierno captura vía retenciones a las exportaciones cerca de un 30% de la renta agraria. Ahora que dicha política vuelve a ocupar el centro de la escena, ¿no cree que las propuestas opositoras son más jugadas que las oficialistas?
–En primer lugar, aclaro que acompaño la orientación global de este modelo. Un modelo que ha apostado a un mercado interno, a los estímulos fiscales y que con eso pudo sacar a la Argentina de la crisis. Ahora bien, creo que el Gobierno tiene límites, límites que me gustaría que se trasciendan. Creo que el Gobierno se maneja dentro del concepto de la distribución del ingreso y no de la distribución de la riqueza. Es decir, el Gobierno llegó al límite de confrontación y llegó al límite de apropiación de la renta. Ahora, es fundamental poder sortear ese límite. ¿De qué manera? Creo que rediseñando el modelo agrario. Algo señalaste vos sobre el tema de una nueva Ley Agraria. Es decir, cómo pasar de una etapa estrictamente sojera, fundada en el poder de grandes pooles de siembra y en el poder de los sectores vinculados con la producción desde lo financiero, a un modelo más integrado, más diversificado y que al mismo tiempo garantice rentabilidad. Bueno, ahí es donde habría que avanzar; y ahí es donde me parece que este Gobierno es a veces débil, como demasiado lineal. Hay que explorar la interfase de cómo ir transfiriendo progresiva y paulatinamente niveles de rentabilidad de este modelo a otro modelo. Lo mismo que el agro, habría que hacer con la política industrial, lo cual además ayudaría a ensanchar esa base de sustentación política y social. Y el punto es que cuando el Gobierno se lo propone, lo logra. A ver, si la Argentina recupera el Instituto de Producción Militar en Córdoba, el de aviación militar; si puede recuperar Astilleros Río Santiago, también podría recupera a la industria ferroviaria. Es una irracionalidad lo que hace la Argentina con la dilapidación de hidrocarburos, que significa sostener un sistema donde el 85% de las personas y de las cargas se trasportan por autovía. Pero claro, frente a esta propuesta, aparecería el costado pragmático de Kirchner: ¿cómo hago para sacarle a Moyano el transporte de carga por camiones de todo el país para hacerlo por tren? Yo le respondería, que haga parte a Moyano -el responsable de la paz social en la Argentina- del sistema ferroviario y profundice así la alianza sindical. No va a perder plata sino que va a ganar. Y con eso ganamos todos: más astilleros, volvemos a fabricar locomotoras, vagones.

–¿Qué expresó el conflicto por la resolución 125?
–Un conflicto que fue creciendo progresivamente de volumen pero que se podría haber evitado rápidamente. El conflicto desembocó en la derrota de junio de 2009. En realidad, más que en la derrota del kirchnerismo, en el fortalecimiento de los sectores oligárquicos. Por eso creo que con un pequeño retoque durante los primeros días del conflicto, por ejemplo plasmado en el alejamiento de Lousteau, hubiera dado cierto margen para maniobrar y resolver la cuestión. Ahora, ¿qué fue lo que pasó? Como a Kirchner le da resultado esa sobreactuación de la autoridad política y ese llevar el conflicto al todo o nada. Entonces él interpretó seguramente que tenía que continuar con esa línea que le había dado resultado durante su Gobierno. Y yo creo que la sociedad estaba esperando otra cosa, justamente como resultado de lo bueno que había pasado en el ciclo anterior. Después es importante destacar lo que ocurrió con la Federación Agraria, fundamental a la hora de definir un nuevo modelo agrario para la actualidad. Primero, creer que la Mesa de Enlace abarca a toda la sociología agropecuaria en nuestro país es un error. Segundo, si bien hay matices, la unidad de la Federación Agraria con la Sociedad Rural expresa una nueva composición de las representaciones de esos dos organismos. El semblante del productor agropecuario, que históricamente representó a la Federación Agraria y que surge del Grito de Alcorta, está representado por las economías familiares, por los autoconvocados y por los productores frutihortícolas, que son los que verdaderamente ponen el alimento en la mesa de los argentinos. Hacia estos sectores Buzzi no tiene nada que hacer. Su diferencia con Biolcati se mide en cantidad de hectáreas.

–¿Cómo votó el SI en la 125?
–Nosotros teníamos un proyecto propio, que habíamos consensuado con muchísimos sectores y que estábamos convencidos de que si se tomaban algunas cosas de ese proyecto, se obtenía una victoria no sólo parlamentaria sino una victoria política. Pero la orden de Kirchner fue no cambiar ni una coma de donde ya habían cedido. Nosotros le respondíamos que no modificaba la sustancia del proyecto pero sí modificaba el tablero político. Lo hablé con todos, con Agustín Rossi, con Patricia Fadel, con Vaca Narvaja, con Kunkel. Pero no hubo caso. Entonces nosotros votamos a favor de nuestro proyecto; no votamos a favor del proyecto oficial. En el tablero, nuestro voto terminó siendo festejado por la Mesa de Enlace. Ahora que lo veo, tendríamos que habernos abstenido. De todas maneras, tengo la tranquilidad de conciencia que intentamos hasta último momento consensuar con el Gobierno y que además nunca pisamos la Rural.

–¿Y el SI en la actual coyuntura?
–Desde el SI acompañamos y acompañaremos los lineamientos generales de este proceso, pero sin necesidad de subordinarnos al dispositivo del Partido Justicialista. Un acompañamiento desde otra estructura política. Desde el SI en Nuevo Encuentro, estamos teniendo el papel que a mí me hubiera gustado que tenga el Frepaso y después el ARI.

–El actual rol del vicepresidente Cobos, ¿es constitucional o anticonstitucional? ¿Es legítimo o ilegítimo?
–Es básicamente ilegítimo y es lesivo desde el punto de vista institucional. El vicepresidente es legalmente el primero en la línea sucesoria ante una eventual inhabilitación, renuncia o muerte del presidente. Por lo tanto, ¿cómo puede ser que siendo el primero en la línea sucesoria para sostener un proyecto político resulte a la vez el principal candidato de la oposición?

 

1896