Sr. Raimundi.- Señora presidenta: básicamente voy a tomar una sola línea argumental para fundamentar nuestra posición. Se trata de lo que creo fue uno de los principales si no el principal argumento planteado el viernes pasado por la señora presidenta de la Nación en el anuncio del adelanto electoral.
Ella habló justamente de tratar de dar tranquilidad al clima político de la Argentina porque estamos ante una crisis internacional que tiene efectos imprevisibles para el país, y si a ello se suma el clima de crisis internacional con la competencia preelectoral muy exacerbada eso genera una conflictividad insostenible e inconveniente para afrontar la crisis.
¡Qué distinto sería si un ciudadano común, cualquiera de nosotros pero más que nada los ciudadanos comunes, creyera en la humildad, en la sinceridad y en la autenticidad de los argumentos! Cuánto hubiera ayudado que esta misma presidenta que el otro día anticipó una crisis internacional de efectos imprevisibles hubiera reconocido una mala lectura de la crisis cuando hace tres meses, no más de ese lapso, planteó que la Argentina iba a afrontar la crisis de manera absolutamente desacoplada de sus efectos internacionales.
La pregunta sería si es la anticipación de la elección lo que va a garantizar la tranquilidad. Estaba pensando en un ejemplo, pero un ejemplo nuestro y reciente. En octubre de 2007 hubo una elección con muchísima legitimidad en todo el país, con una clara victoria del oficialismo y una gran distancia con las fuerzas subsiguientes. Había incluso números de la economía y de la situación absolutamente favorables no solo en la Argentina sino en toda la región, con una posición que le hubiera permitido al oficialismo la consolidación de un clima de tranquilidad en la Argentina.
Sin embargo, la mala administración política de una excelente situación económica y electoral llevó exactamente al efecto inverso de la tranquilidad buscada, con lo que quiero decir que no solo la elección anticipada sino aún una victoria electoral del oficialismo en la elección anticipada no garantizan en absoluto la tranquilidad que se busca.
Para evitarlo debe haber de por medio una actitud, una gestualidad y una voluntad de tranquilizar el clima político en la Argentina. Para ser sinceros –todos saben que hemos coincidido en muchas miradas con el gobierno, pero una decisión como forzar el alejamiento del fiscal general de investigaciones administrativas, se gane o se pierda una elección, no ayuda para nada ‑y estoy poniendo nada más que un botón de muestra‑ para eliminar los niveles de crispación que hay en la sociedad.
Hay una primera razón elemental que nos lleva a no apoyar la iniciativa oficial y es que a un país le ayuda mucho más, en vísperas de una crisis, dar señales de estabilidad antes que dar señales de emergencia, de excepcionalidad y de romper los compromisos.
Esa sola razón nos llevaría a no sentar el precedente de nuestro apoyo a un cambio de las reglas de juego en un país que para dar tranquilidad lo que tiene que hacer es consolidar sus compromisos con las reglas de juego.
Hay un segundo argumento, que comparto y complemento. Es cierto que el ex presidente se quejaba en Catamarca de algo muy parecido a lo que hizo una semana después, pero este juicio no va en una sola dirección, sino que es de ida y vuelta.
El ex presidente termina haciendo lo mismo que criticó hace una semana, pero un sector de la oposición termina quejándose del ex presidente porque hace lo mismo que ellos hicieron antes.
Es decir que el cambio en las reglas de juego electorales en función de la conveniencia no es patrimonio del actual oficialismo, sino un hábito nefasto del conjunto de la corporación política de la República Argentina.
Nosotros nos vamos a abstener, lo que significa que no apoyaremos la iniciativa oficial, pero también nos vamos a diferenciar. En este tema, al igual que en muchos otros, estamos dando una profunda batalla cultural en el sistema político para dirimir qué tipo de oposición necesita la Argentina.
Debemos distinguir entre una oposición con propuestas, que no apoya, pero hace un planteo activo de alternativas, y una oposición que no sólo no se ocupa de encauzar los conflictos, sino que los dilata en el tiempo y los agrava, porque a veces parece ser que los conflictos son la única razón de ser de la existencia política de esa oposición. (Aplausos.)
En este sentido, los lenguajes de tragedia y de Apocalipsis, al igual que algunas actitudes oficiales, no ayudan a eliminar el estado de crispación que se denuncia.
Supongamos que hay una nueva legitimidad electoral en la Argentina. El resultado electoral es uno de los principales componentes de la legitimidad política, pero no es el único, porque después de la elección hay una opinión pública variable, poderes permanentes y estrategias mediáticas, que contribuyen a crear climas de tranquilidad o intranquilidad.
Depende mucho de quien haya ganado la elección la utilización de esa victoria electoral, porque se la puede utilizar como principal condición para crear consensos o acumular fuerzas para derrotar al enemigo. Si hace lo primero, presentaría un efecto tranquilizador, como pedía la presidenta, pero de la otra manera tendría un efecto exacerbador de la crispación social que se denuncia frente a la crisis que amenaza.
Nuestra abstención no es pasiva, sino activa. No me queda tiempo, pero me comprometo a señalar los puntos que ofrecemos para enfrentar la crisis. Nos rebelamos a que la agenda de la política siga divorciando su escala de prioridades de la que tiene la sociedad. Esto no lo dirime un cronograma electoral, sino una vocación de encontrar entendimientos y reconstruir tejidos para frenar la crisis. (Aplausos.)
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