Intervención de Carlos Raimundi en la Convocatoria de Políticos e Intelectuales al Frente Ciudadano, Plaza Houssay, 18 de junio de 2016.

Carlos Raimundi, para La Tecl@ Eñe

La mayor intervención estatal sobre la distribución de la riqueza –no sólo del ingreso sino también de la propiedad de los recursos y la democratización de la tasa de ganancia de toda una economía- tiene no sólo el objetivo ético-político de la inclusión y la igualdad. Cumple además el objetivo pragmático-político de equilibrar los recursos, hoy absolutamente desproporcionados, con que cuentan lo público y lo privado para interpelarse mutuamente. De este modo, al elevarse y convertirse en absolutamente trasparentes los recursos que le corresponden a la política, perdería sentido y campo de acción el uso indebido de recursos públicos.”   

Muchas gracias por poder compartir este diálogo con Ustedes. Probablemente les pase algo parecido a mi sensación de este momento. Supongan que de inmediato aparece el genio, frota la lámpara, y por milagro todo el macrismo, toda la derecha y toda la oligarquía argentina se convirtiera en decente e inmaculada: yo no me movería un milímetro del lugar político donde estoy, seguiría perteneciendo al movimiento nacional y popular, y seguiría siendo kirchnerista.

 

Lo que voy a trasmitirles verbalmente lo haré al mismo tiempo que lo estoy pensando, con el riesgo que implica, y pido por anticipado que me disculpen por expresar pensamientos que no han sido acabadamente elaborados. El reciente episodio de José López tiene una arista claramente condenable, la cual no sería correcto ignorar ni relativizar. Lo subrayo para no tener que repetirlo, aunque en algunos casos no haga falta reiterar qué opinamos sobre la corrupción, porque lo indica nuestra propia historia personal.

Permítanme sí decirles que estamos ante el primer impacto. Y la experiencia indica que no siempre lo que sentimos en el primer impacto –cuando todavía no están todos los elementos de análisis que luego se van agregando y nos dan una mayor perspectiva- coincide con una lectura más definitiva de lo sucedido.

Ante ese primer impacto, ver algunas de sus connotaciones. Primera cuestión, el parecido de la presentación cinematográfica del hecho con lo que sistemáticamente vino predicando y vaticinando Lanata. Segunda cuestión, veo que la población, y nosotros mismos, estamos en un estado de perplejidad –no porque los hechos sean parecidos sino en términos de perplejidad- semejante a lo que sentimos cuando nos levantamos aquel lunes con la muerte de Nisman. Es decir, me siento en la obligación de agregar al hecho, de por sí condenable, sus connotaciones como operación política propia de servicios de inteligencia que han recuperado poder, y que siguen sin perdonar las reformas realizadas por la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Esos pliegues dentro de los servicios de inteligencia configuran el poder real, y no sólo buscan desmontar cada una de las medidas de inclusión social y autonomía financiera del gobierno popular, sino eliminar todo vestigio del mismo como opción política de futuro.     Es decir, a la condena ética y jurídica, se irán añadiendo elementos de los que recién nos daremos cuenta cuando vayamos saliendo de este primer impacto y cuando comencemos a ver las cuestiones de contexto.

Un tercer elemento: recordemos que el video de la financiera contando algunos millones de dólares, salió a la luz el mismo día en que el Congreso derogaba la ley cerrojo y la ley de pago soberano, y abría el canal de endeudamiento más intenso de nuestra historia. Y este segundo video, sale a la luz el mismo día en que el Congreso aprobó la insustentabilidad a mediano plazo de nuestro sistema previsional –recuperado por el kirchnerismo- de modo de ponerlo a un tris de su re-privatización. Esto significa un drenaje de divisas equivalente a 10.000 José López, y sin embargo, la sociedad se escandaliza por esto último y no por lo otro. Como personas preocupadas por lo público, no podemos dejar de lado algunos elementos de análisis.

Vaya entonces mi primera conclusión. Cuando hablamos del poder, le ponemos atributos, fundamentalmente económicos. Pero el poder, como campo dominante de una sociedad, tiene otros atributos, como por ejemplo decirnos qué cosas están dentro y qué cosas están fuera de la ley. Y si aplicamos este razonamiento al episodio reciente, el mismo día en que la sociedad condena a un hombre que se apropia indebidamente de varios millones de dólares, se expoliaba al país por decenas de miles de millones de dólares dentro de la ley. Aquí hay una lucha central que entablar, que es por el sistema de percepciones en que se basa el sentido común, por cómo interpreta, cómo valora una sociedad este tipo de hechos. Y esto es tal vez más profundo que una serie de medidas de inclusión, en el sentido que es lo que permite que esos derechos se internalicen por parte del Pueblo, y no que sean medidas transitorias que pueden sustraerse con un cambio de gobierno.

Como expresa el dicho popular: “mejor es lo que sucede”. Este hecho ya sucedió, y en lugar de causarnos desazón, nos tiene que causar indignación. Indignación creativa, es decir, convertirse en una herramienta de reflexión y acción positiva en consecuencia.

Todos repetimos que vamos a volver. Yo estoy convencido de ello. Y de que vamos a volver antes de lo que pareciera a primera vista. Pero tenemos que volver siendo necesariamente mejores, y esto implica una instancia de debate.

En un sistema donde los andariveles institucionales estuvieran más claros que en el nuestro, los casos de corrupción corresponderían claramente a la dimensión judicial, y no a la dimensión política, porque a la dimensión política corresponden los proyectos políticos que cada sector ofrece a la sociedad. Al ser inherente a la propia condición humana, la tentación a corromperse –y no es que la relativice por eso- no puede asociarse únicamente a la política, y mucho menos a una sola fuerza política. Ahora bien, cuando debido a la protección mediática, se la oculta cuando pertenece a un determinado sector y se la exalta cuando pertenece a otro, en ese caso sí adquiere una dimensión política. Y es en este sentido que debemos abordarla.

Ellos han tenido la habilidad de identificar a la política, en un aspecto, sólo con el Estado. Y en otro aspecto, sólo con la militancia. Una de las acepciones centrales de la Política es la capacidad de incidir sobre la realidad. Desde esta perspectiva, cuando un Estado se encuentra ante un límite en su disponibilidad de divisas, y cinco grupos oligopólicos concentran la capacidad de liquidar las divisas de una cosecha y especulan con no hacerlo para obtener una devaluación y obtener así una ganancia desmesurada, esos grupos tienen una capacidad de incidencia política muy superior a la del propio Estado. Sin embargo, la disconformidad social ante el conflicto de la falta de divisas no se expresa hacia el poder real, sino hacia el Estado y la militancia.

Todo esto está asociado a una idea madre que es: con el dinero privado se hace lo que se quiere, y el dinero público debe ser controlado y se debe rendir cuentas de él. Mentira, otra de las tantas grandes mentiras en que se asienta la base conceptual, cultural del capitalismo. Hasta que no salgamos de este mito fundante de la injusticia estructural que reina en nuestras sociedades vamos a seguir entrampados en situaciones como las que estamos atravesando. No me refiero al hecho puntual de José López, sino al estado de sospecha permanente que recae sobre la política.

La tasa de ganancia de una sociedad es una sola. Una parte la acumula el Estado a través de impuestos, y la otra el sector privado a través del consumo, de la circulación del trabajo y la remuneración del trabajo, pero la fuente de la riqueza es una sola, y es la actividad productiva de la sociedad. Cuando el sector privado, tomado en términos generales y no de un actor económico particular, incrementa su tasa de ganancia se debe, en gran parte, a las política públicas aplicadas desde el Estado.

Desde este punto de vista, los sectores oligárquicos que son los que concentran en pocas manos la mayor tasa de ganancia que, por ser “privada” no está sujeta a control porque “con lo privado se hace lo que se quiere” (y a esto hay que agregar inexorablemente el financiamiento externo proveniente de las matrices financieras en el exterior, sean empresas, bancos, fundaciones o gobiernos extranjeros), los sectores oligárquicos –decía- financian fundaciones, compran periodistas y espacios en diarios, radios y tv, imprimen libros, realizan seminarios y simposios aquí y en el exterior, de modo de socavar la conciencia de los sectores populares. Ahora, eso sí, cuando los sectores populares, cuando un gobierno popular decide recurrir a una de sus herramientas fundamentales para interpelar y contra-balancear a ese poder económico, como es organizar una movilización pública, ¿cómo la financia? Y es aquí donde, en los hechos, surge la posibilidad de hacerlo mediante una porción de los recursos del Estado.

Esto puede dar lugar a una primera lectura –muy incorrecta- que es: toleremos algunas cosas. Y ese toleremos algunas cosas encierra una doble trampa. La primera es que nos pone fuera de la ley, aunque ellos se roben el equivalente a varios miles de veces de esos recursos, pero dentro de la ley, porque son los que tienen la capacidad de establecer los parámetros de la legalidad. La segunda, que nos desvía de la discusión central que es intervenir radicalmente sobre la distribución de la renta generada por una sociedad.   

Cuando decimos “vamos a volver”, y estoy convencido de que vamos a volver, vamos a tener que volver para intervenir con mayor profundidad, desde una renovada legitimidad pública, sobre la matriz productiva monopólica, sobre el sistema de distribución y comercialización, sobre el sistema de puertos e infraestructura, sobre el sistema mediático y sobre la complicidad del sistema judicial. Directamente, radicalmente. Para que esa tasa de ganancia con la cual el poder hace lo que quiere y legalmente, sea mucho más equilibrada y absolutamente trasparente, entre el financiamiento de lo privado y de lo público. De lo contrario no podríamos sostener un gobierno popular por más de 48 horas. Cómo trasmitir la centralidad y la necesidad de ese programa es lo que significa para mí “VOLVER MEJORES”.

Dos reflexiones finales. La primera es que creo que durante todos estos últimos años fue obvio que se necesitaba un gobierno fuerte. Fuerte y centralizado, sobre todo luego de la muerte de Néstor Kirchner. ¿Cómo no entenderlo así? Pero eso que era necesario, tiene una contracara: era necesario, pero no fue infalible, no estuvo exento de cometer algunos errores. Por eso es necesario señalar algunas cosas, sobre todo referidas a algunas candidaturas y algunas designaciones. Hacerlo desde adentro, desde nuestra más absoluta y demostrada pertenencia y lealtad al proyecto y a su conducción, lejos de debilitar al proyecto lo fortalecen. La debilidad estaría en reiterar algunas decisiones que tuvieron como resultado, primero, la derrota electoral, y luego la deserción de algunos cuadros que tuvieron responsabilidades muy encumbradas.

La reflexión final tiene que ver con otra tentación de la militancia a la que suele referirse Álvaro García Linera cuando utiliza la metáfora de la piedra y el cristal. Él dice que cuando se arroja una piedra que rompe el cristal, nosotros priorizamos analizar la dureza de la piedra, y no la solidez del cristal. Ya conocemos hasta el cansancio la fuerza que tiene el poder real. En lo que debemos enfocar nuestro esfuerzo es en construir un cristal absolutamente sólido. Y ello vale por su transparencia, pero también, y fundamentalmente, para crear una contra-hegemonía que no sólo se oponga al neoliberalismo, sino que lo destierre como construcción cultural hegemónica. Muchas gracias.